Lc 11, 27-28
Parece que Jesús menospreciara a su madre, que la colocara en segundo lugar, detrás de los que escucha la Palabra de Dios y la cumplen. Y las palabras de Jesús pueden invitar a pensar así, pero solo si olvidamos algo muy importante: María ha sido la más fiel escuchante de la Palabra de Dios. Ella la escuchó por la voz del ángel y desde el primer instante la puso en práctica. María ha aceptado la petición de Dios y la lleva a la vida, sin importarle la complicada situación en que esta aceptación la coloca. El mismo José tiene dudas y Dios tiene que intervenir nuevamente para evitar un repudio que la colocaría en una difícil situación legal.
Ahora nos toca a nosotros escuchar la palabra y cumplirla. No es nada fácil. Nuestra naturaleza nos empuja a seguir nuestros deseos, haciendo que no pocas veces creamos seguir la Palabra, aunque en realidad, seguimos “nuestra” palabra.
El mensaje de Cristo es ciertamente liberador. Seguirlo es optar por la libertad, pero es también muy exigente y no admite componendas. Con frecuencia nos cuesta desprendernos de los rescoldos de la vieja Ley y vivir la libertad que Cristo nos muestra. Puede que la libertad que Cristo nos anuncia, nos resulte demasiado simple y necesitemos seguridades, cánones de conducta por los que guiarnos y echamos de menos toda la casuística que la ley vetero-testamentaria, con sus más de seiscientos mandatos, parecía asegurarnos que íbamos por un buen camino.
Imitemos a la madre que, desde el sí dado al Ángel, ha cumplido fielmente la palabra de Dios, aun viviendo los aparentes desplantes de su hijo adolescente en el templo y adulto cuando lo ha encontrado en el camino, en la boda de Caná y en esta ocasión.