V DÍA DE LA INFRAOCTAVA DE NAVIDAD

Lc 2, 22-35

Lucas, en este relato final de la infancia de Jesús, nos habla del cumplimiento de la promesa, del final de la profecía. José y María, cumpliendo las tradiciones religiosas de Israel, presentan al niño para su consagración a Dios. Reconocen el don de Dios y agradecen su benevolencia con ellos por el hijo recibido. Ponen su vida y su familia en las manos de Dios. Y, en ese contexto, Lucas nos presenta ese encuentro culminante de Simeón con la sagrada familia. Se ve cumplida la promesa para un hombre de Dios, lleno del Espíritu que proclamará el significado definitivo de la vida de Jesús. Dios ha sido fiel a su palabra. Ha realizado su esperanza y ha colmado el sentido de su vida. Por eso reza a Dios: “Ahora Señor puedes dejar a tu siervo ir en paz”.

Con ese himno que nos transmite Lucas de profunda serenidad, pone Simeón su vida en manos de Dios. Ha visto llegar al enviado, es testigo del Salvador de Israel, la luz que Dios hace brillar para todas las naciones. Pero como siempre, hay un claroscuro, el anuncio tiene que ser recibido, el enviado debe ser aceptado. Jesús será puesto para que muchos caigan y se levanten, será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Tenemos por tanto presente el sentido que el niño Dios interpela en nuestras vidas. La navidad nos trae ese mensaje de salvación y cercanía de Dios, a la vez que la llamada al seguimiento, a creer en la promesa, a percibir el misterio de Dios presente en ese misterio oculto del niño salvador. Un misterio que nos suscita una apuesta confiada por el Dios que cumple su promesa. Una esperanza empeñada en la aceptación del Salvador que Dios nos envía. Un seguimiento incondicional para hacer brillar el amor infinito que Dios nos muestra con la misión de su Hijo. Y así como María proclama la grandeza de Dios en la humillación de su sierva, también nosotros recibimos al niño Dios en el despojo de nuestra prepotencia para ponernos al servicio del Señor.

Que seamos capaces de llevar la paz y la alegría a los corazones de nuestros hermanos.