Lunes de la VII Semana Ordinaria

Mc 9, 14-29

El dramatismo con que nos narra San Marcos la situación de aquel joven que está poseído por un espíritu maligno que lo atormenta, la angustia del padre que suplica primero a los apóstoles y después a Jesús que sanen a su hijo, reflejan las angustias de los padres actuales que no aciertan a encontrar soluciones ante una juventud que también es zarandeada por las situaciones que no les permiten “hablar, realizarse y los hacen caer por tierra”. Lo más grave es que se pierde la fe al no encontrarse soluciones.

¿No se tiene fe? También a nosotros nos puede hacer Cristo la misma pregunta sobre nuestra fe y nuestra confianza en su poder: “¿Qué quieren decir con eso de ‘si puedes’? Todo es posible para el que tiene fe”

¿Tenemos fe?  Los graves problemas que estamos enfrentando nos exigen una fe que sea capaz de movernos a nosotros mismos en busca de soluciones. Si no hay fe no podremos confiar en una nueva y mejor educación, si no tenemos fe nos atascaremos en quejas y reclamos inútiles. Si nos falta la fe nos hundiremos en las soluciones aparentes y fáciles que prometen las drogas, los vicios y los falsos placeres.

Cristo hoy nos ofrece su fuerza y su poder, pero necesitamos tener fe en su persona. Y tener fe en Cristo no es una profesión oral, un decir “yo creo”, sino un ponernos en sus manos, confrontar nuestros criterios con su vida y asumir sus mismos principios y opciones.

La conclusión de este pasaje no deja lugar a dudas: para salir adelante tenemos que ponernos en manos de Jesús, hacer oración y ayuno y vivir de acuerdo a lo que Jesús nos propone.

Los discípulos ya habían visto muchas veces actuar a su maestro, sin embargo, se confían y no son capaces de expulsar el demonio porque no tienen la fe puesta en su Señor.

Las situaciones de muerte que ahora estamos atravesando parecerían insuperables, pero no para quien tiene una verdadera fe, una fe sólida, coherente y viva.

Que hoy igual que aquel padre de familia que temía y se estremecía al ver a su hijo, también nosotros digamos: “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe”