Jn 11, 45-56
Las autoridades judías ya han decidido la muerte de Jesús. Pero Él en el Cenáculo celebrará en su Pascua la liberación de toda la humanidad. “Jesús -ha escrito Benedicto XVI-, “anticipa su muerte (en la Eucaristía), la acepta en lo más íntimo y la transforma en un acto de amor. Lo que visto desde el exterior es violencia brutal, la crucifixión, se convierte desde el interior en un acto del amor que se entrega totalmente. Su amor perfecto ha conducido de nuevo el mundo a Dios”.
La Redención, llevada a cabo por medio de la cruz, ha vuelto a dar al hombre la dignidad y el sentido de su existencia (Redemptor hominis). Nadie queda excluido. “De su divina y bienaventurada pasión – dirá san Ignacio de Antioquía- somos fruto nosotros”.
Se está despertando en nosotros la llamada a corresponder a un don tan grande.
“El silencio de Dios está a la espera del amor de los hombres, que Él quisiera fuera un sí, y la plenitud de su amor a todos nos diera”