Lunes de la III Semana de Pascua

Jn 6, 22-29

Todos tenemos una” barca” para desplazarnos por la vida, un desplazamiento material o un desplazamiento espiritual pero todos nos movemos y buscamos. ¿Qué, a quién?

Hay una búsqueda de bienes materiales, normal.  Hay preocupación grande por la situación económica que deja tras de sí esta crisis sanitaria. Mucho sufrimiento, muchas familias pasándolo muy mal. “no tienen que comer” La multiplicación de los panes supuso colaboración de los apóstoles. Hoy también hay muchas personas empeñadas en dar de comer, aliviar el sufrimiento humano al cual es sensible Jesús, rostro amoroso y misericordioso de Dios, y pide nuestros panes y peces para compartir. Puede que hoy nos dijera: y vosotros ¿no podéis hacer algo?

Y dejando la tierra firme, por fin encuentran a Jesús, encontrar a Jesús, dialogar con El, ha supuesto una pequeña desinstalación, un ponerse en camino, iniciar un movimiento de búsqueda. Y Él nos ayuda a orientar nuestras búsquedas. Nos sitúa frente a nosotros mismos y nos pregunta ¿por qué me buscáis? ¿No habéis descubierto todavía que el hombre no se sacia sólo con los bienes materiales? Si hoy hay una parte de la sociedad con dificultades económicas para sobrevivir o salir adelante, hay otra parte de la sociedad en la que, a pesar de la sobreabundancia de bienes materiales, no encuentran el sentido de su vida. 

Recordamos a San Agustín “nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” ¿A quién y para qué buscamos?

Dialogando

Y Jesús, como un admirable pedagogo, después de dejar al descubierto sus motivaciones iniciales, la ambigüedad de sus deseos va conduciendo a sus oyentes, a nosotros hoy, al descubrimiento de otro Pan, otro Alimento, otros valores “Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura hasta la vida eterna” El alimento que sacia al hombre es un alimento espiritual, que nos viene dado a través de Jesús “os lo dará el Hijo del hombre…”

Y ¿qué tenemos que hacer? ¿qué méritos tenemos que presentar para que ese alimento que es Jesús y su mensaje llegue a nosotros? ¿Qué tenemos que hacer para que nos ayude a crecer como creyentes comprometidos en hacer Vida su Palabra?

Y le preguntan directamente a Jesús: ¿Maestro dinos qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios? ¿Qué tenemos que hacer para ser gratos a Dios?

Y Jesús no les da un listado de obras para hacer. Nos sitúa en otro nivel, en otra dimensión. Como primer movimiento no está en hacer sino en dejar a Dios hacer su obra en nosotros. La auténtica obra de Dios es la que Dios realiza en el creyente, en ti y en mí, en todos los que están dispuestos a creer en Jesús como el enviado de Dios. Es una llamada a nosotros, quizá creyentes de siempre, a reavivar y reafirmar la fe en Él.  

Es la fe en Jesús, en la capacidad transformadora de su Palabra, la que nos permite acoger el don de la Eucaristía, a la que apunta este texto, como Pan de Vida, como alimento que nos llena de vitalidad espiritual y refuerza nuestro compromiso por vivir su Vida y construir su Reino, en sintonía con tantos hombres y mujeres que buscan también a Jesús, unos quizá sin saberlo, otros por sus milagros, otros quizá cansados, desanimados, han atracado su barca en la orilla.

Señor que nunca me canse de buscarte, de reconocer que a veces mis búsquedas no han sido del todo desinteresadas, hay tantas necesidades, en mi vida, a mi alrededor, pero que no me canse de acudir a Ti porque si tengo la paciencia de escucharte, de dialogar contigo, me irás conduciendo hacia la verdad de mi Fe en Ti.