Sábado de la XVII Semana Ordinaria

Mt 14, 1-12

En el Evangelio de hoy presenciamos una escena terrible: un hombre justo, el mayor de todos los nacidos de mujer, muere en manos de un impío. Parece una bofetada a la verdad. Nos indigna este aparente triunfo del mal.

Pero, ¿lo es en verdad? Hoy Herodes tiembla, las noticias de Jesús le traen a su memoria a Juan, el Bautista el recuerdo de la escena del día de su martirio parece una cinta que corre sin cesar en su conciencia y no lo deja en paz. Es que, a pesar de lo ofuscada que estaba su conciencia, sabía que eso no era justo.

Podríamos preguntarnos… Este pobre hombre ¿merece perdón? ¿No está ya perdido?

Y la respuesta nos llega al inicio del Evangelio: “oyó el virrey Herodes lo que se hablaba de Jesús”.

Dios, rico en misericordia, movido por el gran amor que nos tiene, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó con Cristo-por gracia estamos salvados, gratuitamente (cfr. Ef. 2, 4)

Sí, Herodes se equivocó hasta el abismo y estaba experimentando lo que llamamos “tocar fondo”; pero esta Buena Noticia es para TODOS, para todos son las palabras de Jesús: «Convertíos y creed«.

Jesús trae luz a nuestra vida, una luz que no culpabiliza sino que lleva a un verdadero arrepentimiento y nos da la esperanza de su perdón y restauración. El Espíritu Santo ilumina nuestro pecado y, en esa situación, nos da la alegría de sabernos amados y acogidos por Él; no como un cómplice, sino como un buen Amigo, como Maestro y Salvador.

Sólo este amor nos da la fuerza para cambiar de vida, para elegir bien.

Sabemos que en la Pasión del Señor Herodes vio al Varón de dolores, como cordero llevado al matadero, herido y cubierto de sangre, coronado de espinas. Pero el desprecio y la burla del momento no le permitieron descubrir al Señor.

Que esto no nos ocurra hoy, ni dejemos que le ocurra a nadie. No cubramos sus llagas con los espléndidos vestidos del poder: en ellas estamos tatuados (cfr. Is. 49, 16); no despreciemos su Sangre con las burlas: ella nos ha lavado. Descubramos al Dios que está loco de amor por nosotros y volvámonos, como san Ignacio, “locos por Cristo”.

¿Conoces a alguien que, como Herodes, esté en tocando fondo? ¿Has orado para que experimente la fuerza salvadora y sanadora del Señor? ¿Le has anunciado la Buena Noticia del Amor?