Juan 1, 47-51
Se juntan en este día de fiesta los santos arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael. Los tres vienen a ser como los personajes más relevantes del acto creador de Dios. Entre estos arcángeles, Miguel es el que evita que el nacido de la mujer sea devorado por el dragón, como dice el Apocalipsis. Gabriel es quien anuncia el acontecimiento supremo de la historia, la encarnación en María del mismo Dios. Y Rafael, como dice el libro de Tobías, quien guía al hijo de Tobit hacia la felicidad del matrimonio, y consigue para él la medicina, que le devuelve la vista. Un arcángel que acompaña en el caminar de la vida a un ser humano y se preocupa de dar luz a los ojos ciegos: un “ángel de la guarda”.
Son los servidores de Dios por excelencia, en un servicio para bien de los seres humanos. La primera lectura indica que alguien como un hombre, recibirá el poder, el honor y el reino. Un poder eterno. Que la Iglesia en su liturgia, interpreta como el anuncio de la presencia de Jesús , “que será el hijo del Altísimo”, como anuncia el arcángel Gabriel a María.. De este modo la fiesta de estos arcángeles sirve para proclamar la grandeza singular, la excelencia máxima de Jesús de Nazaret. Y también la fe católica entenderá a María como “reina de los ángeles”.
“Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”
El texto es la confinación de lo indicado antes, expresado por la misma boca de Jesús. Jesús promete a Natanael pasar de la fe a la visión. De la incertidumbre de la fe, a la certeza de la visión. Alcanzará la visión porque previamente tuvo fe. Una fe que se basa en un hecho, que diríamos banal, del conocimiento que Jesús tiene de Natanael, cuando está bajo un árbol. Cuando la mente y con ella el corazón están abiertos a reconocer la bondad, la verdad de alguien como Jesús, que se hace presente en su vida, se llegará a experimentar la relevancia de ese Jesús: los ángeles le sirven.
En las dos lecturas, pues, lo que se afirma es la centralidad de Jesús. Su preeminencia. Preeminencia en su condición humana. Es decir, en un grado más bajo en su naturaleza que los ángeles: “poco inferior a los ángeles”, dice el salmo 8 que es el hombre. Pero que asciende a estar por encima de ellos, por su fidelidad al proyecto del Padre sobre cómo llevar a cabo su misión como hombre.
Los ángeles son para nosotros los mensajeros que nos acercan a Jesús, que cuidan de nuestros pasos, para experimentar la presencia de Jesús en nuestra propio ser, en nuestra historia, en nuestra esperanza de realización suprema y feliz como seres humanos. Están puestos por Dios para servir a los seres humanos, a los que tienen la misma naturaleza del Hijo del hombre.
Celebrar la fiesta de estos arcángeles es ocasión para preguntarnos si nosotros como seres humanos nos valoramos, y valoramos a los demás, por tener la misma naturaleza, pisar la misma tierra, vivir en la misma sociedad, que quien es honrado, exaltado por los mismos ángeles, como dice el texto evangélico.