Martes de la VIII Semana Ordinaria

1 Ped 1, 10-16

San Pedro nos quiere colocar en un lugar desde el que podamos mirar como en un amplio panorama la historia de la salvación, y en cuyo dinamismo por misericordia, Dios nos ha querido colocar.

Mirando hacia el pasado, el apóstol nos recuerda el período de los profetas, los antiguos miraban como profetas no sólo a los que en nuestra Biblia aparecen con este título, sino a todos los que iluminados por Dios nos manifiestan de algún modo el punto de vista de Dios, nos revelan el sentido de salvación que pueden tener los acontecimientos y las personas, que van guiando, movidos por el Espíritu Santo, hacia el completamiento de la salvación en Cristo.

Enseguida, el apóstol nos hace ver lo grande del don de Dios que nos ha hecho conocer y experimentar lo que los profetas anunciaban.  Esta es la Buena Nueva, la Feliz Noticia, el Evangelio ya actuante en la promesa, lo es mucho más en la realización.

Pedro nos hace mirar hacia la meta y completamiento: la venida definitiva del Señor.

Y la recomendación practiquísima: «Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo».

Mc 10, 28-31

El evangelio de hoy nos decía que Pedro le dijo a Jesús que lo habían dejado todo por seguirlo.

Hay que hacer notar que todo lo que se deja por seguir a Jesús es bueno, a veces incluso es muy bueno, pero el motivo por el que se dejan esos bienes es muy superior a eso.  Todos los bienes que se dejan se dejan  por Jesús y por el Evangelio.

La recompensa prometida aparece en un doble plano «en esta vida» y «en el otro mundo».  Ciertamente no se promete una felicidad color de rosa, habrá fraternidad y generosidad comunitarias, un clima de gozosa unidad en la caridad, pero también habrá dificultades.  Hay «persecuciones» también por seguir a Jesús.

Pero sabemos que lo que hagamos por Cristo y su evangelio, recibiremos el ciento por uno de lo que nosotros hagamos.