Apoc 15, 1-4
Hoy hemos contemplado otra visión de esperanza: el cántico que los vencedores de la bestia entonan junto al mar.
Es un reflejo de lo que anunciaban los acontecimientos del Éxodo (caps. 14 y 15), en la primera pascua de los hebreos. Ellos habían sido liberados de la esclavitud de los egipcios y habían atravesado el Mar Rojo. Cuando se encontraban a la orilla del mar, Moisés, el jefe del pueblo, había entonado un cántico de acción de gracias.
Los vencedores del mal que han sabido soportar las persecuciones y han aceptado la muerte uniéndose a la muerte del Cordero, ahora, unidos a su victoria entonan un canto de alabanza a Dios.
Hemos oído una página pascual. En esto consiste nuestra vida cristiana, en estar unidos fundamentalmente en el bautismo a Cristo que muere y resucita. Nuestro trabajo es identificarnos con Cristo que «se entregó hasta la muerte y una muerte de cruz» para, un día, ser unidos a la gloria de su nombre nuevo.
Lc 21, 12-19
El templo ya había sido destruido; muchas persecuciones ya habían sido experimentadas por los apóstoles y los discípulos de Jesús, pero también esas palabras de Jesús miran todavía más adelante, contemplan muchas otras catástrofes, muchas otras persecuciones, hasta proyectarse en la última venida del Señor, en su aparición maravillosa, en la «hora de la liberación», como dirá más adelante.
El testimonio del Señor pide siempre un esfuerzo especial ante los rechazos, las contradicciones y las persecuciones. Pero es obra del Señor, El dará la fuerza y las «palabras sabias».
El Señor es punto de contradicción y el que lo quiera seguir radicalmente sufrirá también contradicción hasta de los más cercanos. Pero, «si se mantienen firmes, conseguirán la vida».