Mc 1, 21-28
Jesús “les enseñaba con autoridad”. El Evangelio de Marcos cuenta la enseñanza de Jesús en el templo y la reacción que suscita entre la gente su modo de actuar “con autoridad, y no como los escribas”. Es la diferencia entre “tener autoridad”, autoridad interior, como Jesús, y “ejercer la autoridad sin tenerla”, como los escribas, a los que siendo especialistas en la enseñanza de la ley y escuchados por el pueblo, no les creían.
¿Cuál es la autoridad que tiene Jesús? Es ese estilo del Señor, ese “señorío” –digamos así– con el que el Señor se movía, enseñaba, curaca, escuchaba. Ese estilo señorial –que es algo que viene de dentro– muestra… ¿Qué muestra? Coherencia. Jesús tenía autoridad porque era coherente entre lo que enseñaba y lo que hacía, es decir, cómo vivía. Esa coherencia es lo que da la expresión de una persona que tiene autoridad: “Este tiene autoridad, esta tiene autoridad, porque es coherente”, es decir, da testimonio. La autoridad se ve en esto: coherencia y testimonio.
Al contrario, los escribas no eran coherentes y Jesús por una parte advierte al pueblo a hacer lo que dicen pero no lo que hacen, y por otra no pierde ocasión para reprocharles, porque con esa actitud han caído en una esquizofrenia pastoral: dicen una cosa y hacen otra. Y pasa en diversos episodios del Evangelio. A veces Jesús reacciona arrinconándolos, a veces no respondiéndoles y otras veces calificándoles. Y la palabra que usa Jesús para calificar esa incoherencia, esa esquizofrenia, es hipocresía. ¡Es un rosario de calificativos! Tomemos el capítulo 23 de Mateo; muchas veces dice hipócritas por esto, hipócritas por aquello, hipócritas… Jesús los califica de hipócritas. La hipocresía es el modo de actuar de los que tienen responsabilidad sobre la gente –en este caso responsabilidad pastoral– pero no son coherentes, no son señores, no tienen autoridad. Y el pueblo de Dios es manso y tolera; tolera a tantos pastores hipócritas, a tantos pastores esquizofrénicos que dicen y no hacen, sin coherencia.
Pero el pueblo de Dios que tanto tolera, sabe distinguir la fuerza de la gracia. Lo vemos en la Primera Lectura de hoy (Sam 1,9-20, donde el anciano Elí había perdido toda la autoridad, solo le quedaba la gracia de la unción, y con esa gracia bendice y hace el milagro a Ana que, destrozada de dolor, está rezando para ser madre. El pueblo de Dios distingue bien entre la autoridad de una persona y la gracia de la unción. “¿Pero tú vas a confesarte con ese, que es esto y lo otro?” –“Pues para mí ese es Dios. Punto. Ese es Jesús”. Y esa es la sabiduría de nuestro pueblo que tolera muchas veces a tantos pastores incoherentes, pastores como los escribas, y también a cristianos que van a Misa todos los domingos y luego viven como paganos. Y la gente dice: “Esto es un escándalo, una incoherencia”. ¡Cuánto daño hacen los cristianos incoherentes que no dan ejemplo y los pastores incoherentes, esquizofrénicos que no dan ejemplo!
Pidamos, pues, al Señor que todos los bautizados tengan “autoridad”, que no consiste en mandar ni dejarse oír, sino en ser coherente, dar buen ejemplo, y para eso ser compañeros de camino por las vías del Señor.