
Dt 4, 1. 5-9
Si nos preguntásemos por qué vivimos en un mundo tan corrupto, lleno de injusticia, infidelidad, violencia, etc., quizás la respuesta sería: porque nos hemos olvidado de transmitir a nuestros hijos la verdad y la fe.
Es triste que muchos de nosotros la única instrucción que hayamos tenido sobre la fe haya sido la catequesis apresurada para hacer la Primera Comunión. En muchas de nuestras casas nunca se habla de Dios, de sus mandamientos, de los valores y fundamentos del Evangelio. El autor del Deuteronomio, ya le advertía al pueblo de Israel: «No olvides ni dejes que se aparte de tu corazón estos mandamientos… sino transmítelos a tus hijos».
Cuando el hombre se aleja de Dios y de sus mandamientos, todo se convierte en relativismo. Démonos tiempo para compartir en nuestra casa la oración y la fe.
Mt 5, 17-19
Jesús no ha venido a destruir la Ley dada por su Padre, vino a completarla. Jesús nos enseña a ir al corazón de la Ley, que es el amor. Jesús nos enseña a meter…. la Ley en nuestros corazones. Los que quieren pertenecer al Reino de Dios, tienen que cumplir también la nueva Ley de este Reino, que son las Bienaventuranzas Y nuestra fidelidad en el seguimiento de Cristo no puede ser algo externo, de simple cumplimiento, debe ser algo interno. Lo que nos mueve a obedecer a Dios y cumplir su voluntad es el amor,…. es el amor de hijos que aman la voluntad del Padre.
Jesús nos dice que no vino a cambiar una sola coma de la ley, sino que vino a completarla y perfeccionarla. Y el cumplimiento de esa ley, los mandamientos del Antiguo testamento y el mandamiento del amor y las bienaventuranzas son los medios que Dios puso a nuestro alcance para que seamos realmente hombres y mujeres felices.
Dios creó al hombre y conoce sus necesidades. Los mandamientos no son imposiciones que tratan de limitar nuestra libertad, que son de otra época, son verdaderos caminos de felicidad. El que nos propongamos hacer vida los mandamientos, es una muestra de obediencia a Dios a quien amamos como Padre y en quien confiamos ciegamente como niños. Y así como en el plano humano, cuando está presente el amor, no hay cosas a cumplir más grandes y otras secundarias, sino que tratamos de cumplir con todo lo que como padres tenemos que hacer, o como esposos, así también debe ser nuestra relación con Dios.
Para los que aman de verdad, no hay mandamientos secundarios. Cuando hay amor, se cuidan todos los detalles En cambio nosotros demasiadas veces buscamos el camino de la facilidad. Y en ese camino, nos proponemos unos cuantos preceptos fundamentales y un mínimo de exigencia morales, y vivimos nuestro cristianismo con eso sólo. Vivimos un cristianismo mezquino. Es como que dejamos de lado algunos mandamientos del Señor, teniéndolos como sin importancia y eso nos hace sentirnos hombres libres, «hombres de nuestra época». Y puede que seamos de nuestra época pero, desde luego, no somos hombres.