Jn 15, 26–16,4
Con frecuencia aparecen anuncios catastróficos que pronostican un muy cercano final del mundo o amenazas sobre determinadas regiones. Lo curioso es que fácilmente se provoca un sicosis colectiva y aparecen los miedos y las angustias a causa de lo que ya está por venir.
Si leyéramos con atención las palabras de Jesús creo que podríamos encontrar más paz y tranquilidad en nuestro corazón. Jesús es muy realista y conoce que la verdad predicada y vivida, siempre produce agresiones y contratiempos para quien la proclama. Previene a sus discípulos porque en su lucha por la verdad muchas veces se tendrá la sensación de que “los buenos van perdiendo” y que la injusticia y la violencia prevalecen sobre los pacíficos.
Jesús sabe muy bien de estas dificultades para quien anuncia el Evangelio y no pretende en ningún momento ocultar la verdad a sus discípulos. ¿Cómo sostenerse en esos momentos difíciles? Las prevenciones de Jesús son muy claras, pero también lo es su promesa. En los momentos de dificultad estará presente en medio de sus discípulos “el Consolador”, “el Espíritu de Verdad”.
Jesús busca poner paz en el corazón de sus discípulos anunciándoles que en las duras pruebas que sufrirán a causa de su nombre, su testimonio será apoyado por el testimonio del Espíritu de la Verdad. En un contexto de odio, en un clima de oposición, se deberá mostrar cuál es el temple de los discípulos.
Hoy también Jesús nos asegura la presencia de su Espíritu Consolador en medio de nuestras aflicciones y angustias. No debemos temer los malos augurios y mucho menos inquietarnos por futuras predicciones, pero sí debemos tener muy en cuenta que habrá oposiciones y dificultades para quienes buscan ser fieles al Evangelio y a la verdad.
También hoy los discípulos de Jesús están sometidos al clima de incomprensión y de hostilidad con los que fueron perseguidos los primeros discípulos. No debemos desalentarnos ni porque muchos han fracasado y han abandonado, ni porque las dificultades se multiplican. Debemos mirar en nuestro interior y descubrir la validez del Evangelio y la presencia del Espíritu Consolador en nuestras vidas.
Que hoy la promesa de Jesús se haga realidad y que podamos abrirnos a los nuevos y reconfortantes vientos del Espíritu.