Mt 10, 16-23
Ante la lectura de este pasaje podríamos preguntarnos: ¿Por qué habrían de perseguir a los seguidores de Jesús? ¿Por qué me han de perseguir a mí? La respuesta la da el mismo Jesús (en el evangelio de Juan): «Si a mí me persiguieron, a ustedes también los perseguirán».
Esta persecución es debida a que la vida cristiana muchas veces se opone radicalmente a los intereses egoístas del mundo. Por eso cuando una persona verdaderamente se convierte en un «discípulo» de Jesús, dado que sus criterios y valores se regulan por el evangelio y su vida es dirigida por el Espíritu Santo, los amigos, a los cuales les gusta mantener conversaciones obscenas o irreligiosas, frecuentar lugares inconvenientes o realizar acciones contrarias a la moral y principios cristianos, comenzaran a rechazarlos, a no invitarlos y a excluirlos del grupos de «amigos».
Lo mismo si el cristiano hace manifiesto su «discipulado» en la oficina viviendo las normas de la justicia, muchas veces no encontrará apoyo en sus compañeros, e incluso, si llega a oponerse radicalmente a la injusticia, puede hasta perder el puesto. Efectivamente la vida cristiana no siempre es fácil, pero es la única vida que proporciona al hombre la verdadera paz y la alegría interior que no tienen fin. Hoy más que nuca Jesús necesita de hombres y mujeres fieles al Evangelio que sean capaces de testificar ante los demás su amor por Él.
No tengas miedo, Él nos ha ofrecido que estará con nosotros y que en ese momento seremos asistidos por la fuerza y el poder del Espíritu Santo.