Jueves de la XXXIV semana del tiempo ordinario

Lc 21,20-28

Este evangelio en sus últimos versículos nos presenta la actitud que el cristiano debe tener ante el fin del mundo. Para el cristiano, como diría san Pablo: «La vida es Cristo y la muerte una ganancia».

El cristiano vive gozosamente la llegada del Reino (cuando ésta sea), pues para él la llegada de Cristo es el momento más gozoso y esperado. Este encuentro con Aquel a quien tanto se ha amado y por quien tanto se puede haber sufrido, es el momento más preciosos del cristiano.

Este momento puede ocurrir de manera particular, es decir cuando una persona muere, o de manera colectiva, que será la llegada definitiva de Cristo. No sabemos que ocurrirá primero.

Los cristianos del tiempo de Lucas pensaban que era inminente, pero Jerusalén fue totalmente destruida (la profecía cumplida) y todavía estamos esperando.

Vivamos pues alegremente y con una esperanza llena de optimismo en el amor de Aquel que nos espera en la casa del Padre.

Nuestra espera, por tanto, es dinámica, activa, comprometida. Tenemos mucho que trabajar para bien de la humanidad, llevando a cabo la misión que inició Cristo y que luego nos encomendó a nosotros. Pero bien nos viene pensar que la meta es la vida, la victoria final, junto al Hijo del Hombre. Meta que nos conducirá a la paz eterna en la gloria de Dios.

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