Jueves Santo

Una vez más nos encontramos los cristianos reunidos para celebrar el Jueves Santo.  Con la celebración del Jueves Santo comienza el gran triduo pascual: los tres días conmemorativos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. 

Este día de Jueves Santo celebramos la institución por parte de Jesús de dos sacramentos: la Eucaristía y el Orden Sacerdotal, pero también recordamos el mandato que Jesús nos dejó ese día: el mandato de la Caridad con todos los hermanos, mandato que a través del gesto de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús lo puso en práctica.

Jueves santo es el día de la entrega total de Jesús por todos los hombres. Su signo es un pan que se divide y comparte para ser comido por todos. Un pan que da vida y fortalece. Un pan que une y que restaura, un pan que hace comunión y reconoce la dignidad de cada uno de los comensales. Con el gesto del Pan partido y del Vino compartido, quiso que nosotros, a lo largo de la historia, hasta que Él vuelva, participáramos de su misma Vida. Él mismo quiso ser nuestro alimento y nuestra fuerza y alegría.

Jueves santo es el día de la Eucaristía. Es el día de la manifestación de Jesús que en su locura de amor se quiere quedar con los suyos para entrar en su interior, para unirse a ellos, para acompañarlos en su vida.

Pero ¿qué sentido tiene lo que hizo Jesús?, ¿qué celebramos el Jueves santo?, ¿qué significa en nuestras vidas celebrar la eucaristía? Porque hay que buscar el sentido que dio Jesús a todo esto y vivirlo. Para muchos, la misa es una rutina, una ceremonia, una obligación y hasta una evasión. Los jóvenes dejan de ir porque no les dice nada. A muchos que van no les cambia la vida, salen como entraron. Hay un clima de pasividad y de aburrimiento. Sin embargo, la Eucaristía es la fuente y cumbre de la vida cristiana. Y para muchos de nuestros fieles es el único momento que se reúnen en la iglesia y se encuentran con Dios.

El sentido de la eucaristía es el sentido de la vida de Jesús, lo que hizo y lo que dijo. Y ese sentido está bien claro: un amor verdadero que se entrega por los hermanos hasta la muerte. Sabiendo, dice san Juan, que se acercaba su hora, habiendo amado a los suyos, hasta el fin los amó. Esto es lo que recordamos y celebramos hoy. Es la memoria de Jesús, de cuanto dijo y de lo que hizo. ¡Qué pena que el rito, o la rutina, o la obligación, puedan oscurecer esto!

Hoy, la Iglesia recuerda también el gesto de lavar Jesús los pies a los apóstoles.   Jesús, el maestro y Señor, lava los pies a los discípulos.   

Lavar los pies a sus discípulos es la enseñanza básica de todo el que quiere seguir a Jesús. Solamente los esclavos hacen este servicio, pero el Maestro, el Mesías, es ahora quien se inclina para lavar los pies a sus discípulos. No es representación, es signo de lo que ha sido toda su vida: “No he venido a ser servido sino a servir”. En esto está la nota principal del seguimiento y lo que da sentido a una vida: servir. Pero servir desde el amor, por eso Jesús da lo que Él ha llamado “el nuevo mandamiento”: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. La medida de nuestro amor debe ser el amor de Jesús. Así como Él ama a todos, a justos y pecadores, hasta dar la vida por ellos, también nosotros debemos amar. Y jueves santo es el día del amor.

Jueves santo también es el día del sacerdocio. Este jueves santo seguimos recordando que Cristo deja en manos de hombres, débiles, frágiles y propensos a la caída, uno de sus más grandes tesoros: la Iglesia y sus sacramentos.

No os olvidéis nunca de hacer oración por cada uno de los sacerdotes, ayudadnos a sostenernos en fidelidad y amor a Cristo. 

Vivamos este Jueves Santo como el día del servicio, del amor, de la Eucaristía y del Sacerdocio. 

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