Mt 11, 25-27
A veces se dice: «Yo no sé hacer oración».
Esto hace o haría pensar que la oración es algo complicado, algo difícil que solo algunas personas pueden hacer.
Jesús dice hoy que es precisamente la gente sencilla quien pude comprender el grande misterio de la Oración (y en general de los grandes misterios de Dios).
Orar no es otra cosa que dirigirse con humildad y sencillez a Dios, como un amigo a otro con sus propias y, algunas veces, toscas palabras.
Es en el ejercicio de esta actividad, considerada por muchos como pérdida de tiempo, en donde el Hijo revela al Padre, en donde se pude llegar a conocer el amor y la plenitud de Dios, en donde el hombre encuentra el verdadero sentido de su vida.
Así le ha parecido bien al Padre.
Dediquemos pues suficiente tiempo a nuestra oración personal y hagámosla con humildad y sencillez, pues así le gusta al Padre.