Viernes de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario

Lc 21, 29-33

Los grandes inventos, las diferentes oportunidades, los adelantos de cada día nos han acostumbrado, cada vez más, a que muchas cosas funcionen de un modo automático y esto tiene muchísimas ventajas porque ya las mismas máquinas, los mismos aparatos nos van anunciando cuando se necesita un servicio, que líquidos les faltan, que tiempo se necesita. 

Nos atenemos a lo que nos van anunciando y nos volvemos descuidados.  Es más ya no sabemos hacer las cosas si no tenemos los aparatos necesarios.  Es común que algún niño de secundaria ya no sepa resolver problemas matemáticos sencillos si no tiene a la mano su calculadora o su ordenador en sus muy diferentes posibilidades.

Pero esto no ha llevado también a descuidar las señales de la vida que aparecen cada día y nos hemos vuelto incapaces de descubrir la vida misma.

Hoy Jesús nos llama la atención, no tenemos ningún ordenador que nos indique el nivel de amor que tenemos, no hay un medidor de nuestra vida espiritual y tampoco hay una máquina que nos precise con toda seguridad el término de nuestra vida.

Jesús nos dice que así como tenemos señales que nos van indicando las diferentes etapas y estaciones, pongamos atención también a la señal de la venida del Reino de Dios.

Antiguamente los campesinos lograban pronosticar  los tiempos, las tormentas y las sequías contemplando el cielo, las aves, las temperaturas y el viento.  Hemos perdido esa sensibilidad y ahora nos atenemos al pronóstico del tiempo, a los centros meteorológicos y a muchas técnicas que nos auxilian, pero Jesús insiste en que también debemos ser capaces de descubrir el sentido del tiempo, la razón de vivir y la fragilidad del ser humano.  Un día está este hombre o esta mujer y al día siguiente han desaparecido.

A estas previsiones y a estas lecturas del verdadero sentido del tiempo, ya no sabemos cómo responder, hasta ahí las máquinas no nos pueden ayudar. ¿Cómo es el sentido de mi vida? ¿Hacia dónde la estoy dirigiendo? ¿Cómo hago presente en mi ambiente, en mi vida, en mi trabajo el Reino de Dios?

Ojalá hoy nos hagamos y nos respondamos estas preguntas y delante de Jesús las tomemos muy enserio. ¿Cuál es el sentido de mi vida?

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