Jn 1, 1-18
Nuestro año termina con este bellísimo prólogo del Evangelio de san Juan en el cual nos dice que el mundo no recibió a Cristo, pero a aquellos que lo recibieron les concedió el llegar a ser hijos de Dios.
Estamos terminando ya otro año. Este hecho nos recuerda que un día se nos acabará el tiempo, pero no la vida. Jesucristo, la Palabra de Dios, nos ha dado la capacidad de convertirnos en Hijos de Dios.
Mañana iniciaremos un nuevo año y con ello se nos abre una nueva oportunidad de dar más espacio a Jesús en nuestra vida, para que nuestra filiación divina crezca y se fortalezca, y también de ser el instrumento, como lo fue san Juan Bautista, para que la luz de Cristo y de su evangelio sea conocida y aceptada por todos.
Démosle más espacio a Cristo en nuestra vida, en nuestros medios de trabajo, en nuestra misma familia; dejemos que el Evangelio impregne todas las áreas de nuestra vida para que podamos gozar de verdadera paz, de auténtico gozo, de felicidad duradera; en fin para que la justicia, tan necesaria sobre todo en nuestra patria, llegue a ser realidad y todos podamos vivir como verdaderos hijos de Dios.