Miércoles de la III Semana de Cuaresma

Mt 5, 17-19

Decía un mecánico a los aprendices: “los detalles son los que dan la seguridad a un vehículo”, no basta con tener arreglado el motor, se tiene que poner atención a cada uno de los pequeños detalles para dar seguridad.

Hay quienes pretenden ser héroes por una sola acción y muchas veces así son reconocidos y premiados, pero después en su vida diaria no son capaces de asumir las responsabilidades y compromisos.

Jesús nos enseña que el Reino de los Cielos se construye poniendo atención a todos los detalles del cumplimiento de la Ley.  Ojo, no es el cumplimiento farisaico de quien pretende ser perfecto y con ello se cree con derecho a obtener los premios del Reino.  Es la actitud del enamorado que busca hasta en los pequeños detalles tener la delicadeza del amor.  Así se construye el Reino: poniendo verdadero amor y dedicación a todos los momentos y a todas las circunstancias de la vida, esas que parecen sin importancia, como la atención delicada con el pobre, la palabra de aliento al desconocido, el recibir cada palabra del Evangelio con delicadeza. Cada pequeña acción va siendo el camino que construye el Reino.

Alguien decía que debemos poner atención a las letras pequeñas porque muchas veces ahí se encuentra los detalles importantes.  Hoy Jesús, parece sugerir lo mismo: No viene Jesús a abolir la Ley y los profetas, que por algo dieron vida al pueblo de Israel, sino todo lo contrario, a darles el verdadero cumplimiento, pero un cumplimiento con sentido y con espíritu.  No es cumplir por cumplir, sino es descubrir la felicidad en el cumplimiento, no es cargar a más no poder con los mandamientos, sino dar sentido a cada instante de nuestra vida, poniéndola ante los ojos amorosos de Dios, nuestro Padre.

Con qué diferente espíritu se realizan las actividades cuando se ama y se está enamorado.  Todo lo contrario sucede cuando sólo se realizan los trabajos por obligación o por interés.

Jesús viene a darle un verdadero sentido a nuestra vida.  Si pensamos que  Él nos acompaña en cada momento, cuando rezamos, pero también cuando nos divertimos; cuando trabajamos junto al hermano necesitado, cuando sonreímos y también cuando nos entristecemos por el dolor injustamente causado.

Junto con Jesús, desde nuestra pequeñez y nuestra miseria, podemos ir construyendo su Reino.

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