Lc 5, 1-11
Cuando las cosas no caminan como nosotros quisiéramos, a pesar de nuestros esfuerzos, podemos adoptar muchas actitudes: echar las culpas a los otros, decir que las circunstancias son adversas, pero lo más triste será llenarnos de miedo y decir que ya no podemos hacer nada.
Me parece sorprendente, el inicio del seguimiento de los discípulos, como nos lo narra San Lucas. Después de haber predicado la palabra a la multitud, le pide Jesús a Pedro que lo lleve mar adentro y que echen sus redes para pescar.
No nos dices algo san Lucas de lo que estuvo diciendo Jesús en su predicación a la orilla del lago, pero si nos hace notar cual es la actitud de Simón cuándo recibe esta invitación: “trabajaron toda la noche y no pescaron nada”. Todos sabemos lo que eso significa: Cansancio, fastidio, pero más que nada frustración. Sin embargo, Simón, no se niega a cumplir lo que Jesús le pide, pero advierte: “confiando en tu palabra”
¿Cuál había sido la palabra anterior de Jesús? Imposible de saberlo, pero la que ahora escucha Simón va muy en consonancia con su trabajo y de lo que realmente sabe y sin embargo confía en la palabra de Jesús.
Hoy Pedro, un experimentado pescador, se pone a escuchar lo que para un hombre de su experiencia resultaría una ilógica petición la cual proviene de un Carpintero. El resultado es la pesca milagrosa.
Cuando reflexionamos en todas las situaciones difíciles por las que estamos pasando, cuando hemos intentado superar miedos y fracasos, nuestra tentación sería cruzarnos de brazos y decir “no se puede”, sin embargo, el mandato de Jesús para nosotros es el mismo que le hizo a Simón: “rema mar adentro”, vuelve a meterte en lo profundo, rema nuevamente mar adentro e inténtalo otra vez, pero no igual que en las anteriores, que eran con tus propias fuerzas y en la oscuridad de la noche, no. Ahora hazlo a la luz de la Palabra de Jesús y poniendo toda tu fe en que con Él es posible.
Creo que estas palabras de Jesús son para nosotros, precisamente en esos momentos difíciles por los que estemos pasando. En nombre de Jesús iremos remando nuevamente con más entusiasmo, pero ahora lo haremos a su estilo y confiando en su palabra.
Debemos, pues, por un lado, escuchar más seguido y con mucha atención la Palabra de Jesús que tenemos en los evangelios y por otro lado reconocer que esa palabra no es la de cualquier hombre, no es simplemente la palabra del Carpintero de Nazaret, sino que es la palabra de Dios, la cual tiene poder.