Viernes de la XXII Semana del Tiempo Ordinario

Lc 5, 33-39

Esta parábola llena de significado nos presenta por un lado el hecho de que el cristiano, una vez que ha decidido vivir de acuerdo al evangelio no puede ya tener los mismos patrones de vida, pues en muchas ocasiones estos serán incompatibles con el mensaje de Jesús.

Por ello muchas veces hay que cambiar de ambientes, de lecturas, de conversaciones, incluso de amistades.

Por otro lado nos hace ver como el cristianismo, visto desde afuera, es decir desde el lado del mundo, de la banalidad de la vida cómoda, puede parecer no solo «extraño» sino incluso falto de vida y sabor.

No faltan los comentarios en los cuales se critica a los cristianos como personas aburridas y sin gozo (la verdad quien da esta impresión no está viviendo realmente la vida cristiana). Sin embargo, la vida cristiana es el vino añejo, nadie piensa que pueda ser bueno, pero una vez que se prueba no se quiere dejar.

Quien ha tenida la experiencia de dejarse llenar por Dios no querrá nunca más experimentar la vaciedad del mundo.

Pídele a Jesús que llene tu vida con su amor… ¡no te arrepentirás!

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