Mt 16, 13-23
Una pregunta que inquieta: ¿ustedes quién dicen que soy yo? Nuestras excusas y disculpas para no enfrentarnos a estar apremiante pregunta, siempre serán los otros y la coherencia entre lo que dicen y lo que hacen.
Acusaremos a la iglesia de ser intransigente con los demás y ocultar sus propios errores, diremos que Cristo jamás se hubiese imaginado una iglesia como las que actualmente se disputan su personalidad, o miraremos como mucha gente viven sin tener en cuenta la presencia de Jesús. Pero son pretextos.
¿Qué significa Cristo para mí? No puedo ocultarme tras los fallos o los triunfos de los otros. Tendré que responder personalmente a este encuentro que Jesús quiere tener conmigo, y ahí estará la capacidad del cristiano para responder con alegría y con coherencia ésta pregunta. No es alguien extraño quien nos la hace, es alguien ante el que no podemos pasar indiferentes. Es el mismo Jesús quién habiendo dado su amor pleno, espera respuesta de nosotros.
Las promesas de la edificación de una iglesia y de superar las adversidades que se afrontarán, están condicionadas por la respuesta clara que demos a Jesús.
“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. No es una definición dogmática la que ofrece Pedro, es la confesión de un corazón que va descubriendo, a veces con dolor, con tropiezos, la figura de Jesús tan cercana. Habrá tenido que dejar muchas imágenes equivocadas que tenía sobre el Mesías, pero ahí está Pedro respondiendo con una confesión que le brota del corazón. Lo mismo que hoy tenemos que hacer nosotros.