Mt 25, 14-30
Hoy hemos escuchado la parábola de los talentos. El talento era una «moneda», o más bien, una medida de peso de metales preciosos. Un talento era casi 35 kilos. Nuestra traducción pone, en vez de talento, «millón». Es notable que en el lenguaje popular la palabra «talento», por influjo de la parábola, quiere decir hoy «capacidad», «dotes naturales», «habilidad», «aptitud».
¿Cuál debe ser nuestra actitud ante los «talentos» que hemos recibido de Dios?
Primero, reconocerlos. No es contra la humildad o la modestia pues son dones de Dios, no son propios nuestros.
Segundo, trabajarlos. Es decir, profundizarlos, desarrollarlos, cultivarlos.
Y tercero, ponerlos a disposición de los demás ya que no son un tesoro para ser enterrado, para que permanezca improductivo, sino para servir de impulso para buscar el mejoramiento y servicio.
Actuemos lo que la Palabra nos ha iluminado con la fuerza del Sacramento en el que vamos a participar.