Jueves de la XXIX Semana Ordinaria

Lc 12, 49-53

“¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra?

Continúan sus palabras un tanto desconcertantes “Con un bautismo tengo que ser bautizado” ¿está refiriéndose al camino de dolor que le ha de llevar hasta el Calvario? Jesús ha de sumergirse en las aguas profundas del sufrimiento que le llevarán hasta la cruz, testimonio último de su fidelidad al Padre y de amor a la humanidad. En este sentido Jesús nos estaría descubriendo los sentimientos de su propio corazón.

¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra?

¿Está apuntando a una realidad que se vivió en torno a la figura de Jesús y su mensaje? División, enfrentamientos. No una división buscada pero sí consecuencia de su vida y su Mensaje. También refleja este texto la experiencia de las primeras comunidades cristianas que sufrieron divisiones en sus propias familias a causa de Jesús. Y recorriendo la geografía mundial, hoy también ¡cuánto sufrimiento y persecución a causa del nombre de Jesús!

La paz que Él nos propone no es una paz fácil y tranquila, sino fruto de la vivencia de unos valores que entran muy a menudo en conflicto incluso con nosotros mismos.

Si estas palabras duras, a veces desconcertantes, las referimos a nuestra propia historia personal, nuestras relaciones sociales, comunitarias, eclesiales…Sabemos que mantener la coherencia con nuestra fe, en nuestra vida, en nuestro trabajo, en nuestra profesión, mantenernos fieles a los valores del evangelio, perdón, solidaridad, justicia… ¿no ha sido con frecuencia causa de división, de lucha con nosotros mismos o con nuestro entorno?

Porque el mensaje de Jesús nos saca de nuestras posiciones fáciles, de nuestras prácticas a veces rutinarias, de nuestra pasividad y conformismo frente a nuestro entorno.

Vamos a acabar esta reflexión sintiéndonos destinatarios de la oración que el Apóstol Pablo dirige al Padre de Nuestro Señor Jesucristo” consciente de la gratuidad del Don de Dios, este Don es el que pide para los creyentes, para nosotros/as:

Que seamos fortalecidos en el hombre interior por su Espíritu.

Que Cristo habite por la fe en nuestros corazones.

Que seamos capaces de conocer el amor de Dios que excede a todo conocimiento.

Señor, que sepa acoger el don de tu Gracia para comprender y vivir tu Palabra.