Miércoles de la XXXIV Semana Ordinaria

Lc 21, 12-19

Jesús es claro: tenemos la confianza de que Él nos dijo que nos daría las palabras idóneas para la defensa… si es que nos dejan defendernos. El momento es inminente y nos lo harán pasar muy mal. Solemos decir en dicho popular: No hay mejor defensa que un buen ataque. No parece que sea éste el momento de atacar a nadie, sino de aceptar lo que el Señor tenga preparado para cada uno.

No debe preocuparnos “el final de los tiempos”, sino el “final del tiempo” de cada uno. Para ello nos vamos preparando, no como unos ingenuos que se dejan llevar, sino como verdaderos creyentes que fundamentan su vida, con sus fallos y pecados, en la misericordia de Dios. Sí, nos atacarán, pero no nos vencerán. Incluso dentro de nuestra propia familia, dice Jesús. También solemos decir que “no hay peor cuña que la de la misma madera”.

Queda ese final brillante y consolador: ni un simple cabello perecerá. Lo que importa es la perseverancia a lo largo de la vida para así poder degustar la salvación prometida. Por medio de la perseverancia, el caracol llegó al arca (de Noé), dice un predicador del S.XIX, Ch. Spurgeon. Perseverancia, paciencia, pasión van íntimamente unidas al éxito. Y no olvidemos que el éxito, el triunfo, es saber inspirar confianza. Si no se inspira confianza… mal asunto. Dice una escritora: “La realidad, aunque rebelde, termina por parecerse a nuestros sueños, si éstos se sueñan con la suficiente perseverancia”.  Y nuestro sueño siempre es el de un cielo nuevo y una tierra nueva… en cada amanecer. A veces nos ponen difícil ver la luz nueva del alba, pero…