Viernes de la XXI Semana Ordinaria

1 Cor 1, 17-25

«No me envió Cristo a bautizar sino a predicar el Evangelio», oímos que decía Pablo.  Esto de ninguna manera significa un desprecio por el bautismo.  En otro lugar hemos oído cómo se expresa Pablo del bautismo: «por el bautismo fuimos sepultados con El en su muerte, para que así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva» (Rom 6, 3-5).  Pablo se sabe llamado a abrir el surco y plantar la semilla, otros continuarán el proceso.

La cruz de Cristo expresa con fórmula de máximo relieve, el amor inmenso de Dios, manifestado en Cristo.  La cruz, de instrumento de tortura y muerte, de humillación y degradación suprema, se convierte en vida nueva, en gloria y resurrección.  Esta es la sabiduría de Dios, contrapuesta a la sabiduría humana, que tiene criterios muy distintos.  Lo que para uno es «escándalo o locura»,  para otros es la «fuerza y sabiduría de Dios».

Mt 25, 1-13

Hemos escuchado hoy la parábola de las «jóvenes previsoras»,  una de las parábolas más hermosas del Evangelio.

El sentido de la parábola está sintetizado en la recomendación final: «Estén preparados porque no saben el día ni la hora».

Jesús usa el ambiente de unas bodas para situar la parábola.  Este sentido nupcial del amor de Dios y del amor de Cristo para con la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, es muy usado en la Biblia.

En el tiempo del Señor las bodas solían hacerse en la casa de la novia.  A las jóvenes de la parábola las podríamos llamar hoy «las damas».

Los llamados por Cristo a pertenecer a su Iglesia son de toda categoría: buenos y malos, como en la parábola de la cizaña: previsores y descuidados, como en la parábola de hoy.

El que las jóvenes previsoras no hayan querido compartir su aceite con las que no lo tenían, forma parte de la narración, de ninguna manera es ejemplar.

Que no tengamos que oír la palabra durísima del Esposo: «Yo les aseguro que no las conozco».

En esta Eucaristía proveámonos del buen aceite, que es la palabra y la Eucaristía, y que nuestra luz luzca para la venida del Señor.