Miércoles de la XXII Semana Ordinaria

1 Cor 3, 1-9

Pablo hace ver el contraste entre los «espirituales» y los «carnales».

La primera falla en la comunidad que ataca Pablo, es la desunión.   Los Corintios se están mostrando movidos por criterios propios de la razón humana.  Todavía, pues, son inmaduros y niños en la vida cristiana.

Nuestra comunidad siempre puede tener peligro de divisiones, así que nos convendría releer cuidadosamente lo que hoy escuchamos.

Lc 4, 38-44

Jesús convive con amigos, vemos que fue a la casa de Simón Pedro e hizo el bien ahí, curó a la suegra de Pedro, y a muchos otros enfermos.

Al día siguiente se va a un lugar solitario.  El Evangelio nos ha presentado muchas veces al Señor en oración pública, oficial, familiar y personal, de tal modo que su «ministerio aparece como brotando de su oración».

El Señor evangeliza: «Tengo que anunciarles el Reino de Dios… para eso he sido enviado».

Jesús se nos presenta como un modelo de lo que debemos ser y de lo que debemos hacer.

Recibamos la luz de la palabra y la fuerza del sacramento y tratemos de ser en nuestra vida un reflejo de lo que es Cristo.