Lunes de la XX Semana Ordinaria

Ez 24, 15-24

Algo que hace que se pierda fácilmente la perspectiva de Dios y de lo que es importante para Él es el poner nuestro corazón en las cosas, que aun siendo de Él, no son Él mismo. Esto es lo que ocurrió con el pueblo de Israel, quien llegó a tener el Templo como algo «mágico», como el talismán que los protegería contra sus enemigos, de manera que no importaba cómo vivían, sino el dar culto a Dios, el mantener el Templo hermoso, y pagar sus contribuciones puntualmente.

Es por medio del Profeta que Dios les recuerda que no es el templo ni el culto lo que le agrada a Dios, sino el que se cumpla su Ley, que el pueblo haga su voluntad y lo tenga como su auténtico y único Dios. Nosotros, en nuestro mundo moderno, corremos el mismo riesgo de pensar que Dios estará muy contento porque vamos a misa los domingos y pagamos nuestro diezmo con generosidad.

Cierto que esto es importante, pero, ¿de que sirve esto si nuestra vida diaria, la que vivimos en familia y en nuestros lugares de trabajo o de estudio no es congruente con el evangelio? Tomemos estas Palabras del profeta como escritas para nosotros y revisemos si nuestra vida está centrada en Cristo o únicamente puesta en amuletos o en acciones culturales al margen de la caridad.

Mt 19, 16-22

A la pregunta que le hace este joven a Jesús sobre qué cosa es necesaria para alcanzar la vida eterna (que puede ser traducida como: «entrar en el Reino» esto es: para ser feliz), Él le responde: «cumple los mandamientos». No le pide otra cosa. Es decir lo mínimo que necesitamos para que nuestra vida se desarrolle dentro del Reino es ser fieles a nuestros compromisos bautismales.

Hoy en día, como seguramente lo fue en tiempos de este Joven, la gente no es feliz, pues no vive de acuerdo, ni siquiera a estos simples principios establecidos por Dios y que tienen como objeto advertirnos de todo aquello que es dañino para nuestra vida. La ley, podríamos compararla al aviso que le da la mamá al niño para que no se coma el pastel caliente, que aunque se presenta muy sabroso, sabe bien que le hará mal, lo enfermará del estómago. Dios nos ha instruido sobro todo aquello que nos destruye y nos roba la felicidad, por eso Jesús le dice: «Cumple la ley».

Si queremos que nuestra vida tenga las características del Reino, que se desarrolle en la alegría y la paz de Dios, que pueda ser plenamente feliz, debemos empezar por cumplir los mandamientos. ¿Por qué no haces hoy una pequeña revisión de cómo estás viviendo esta enseñanza de Jesús? Pregúntate si en realidad estás buscando vivir los mandamientos.

Lunes de la XX Semana Ordinaria

Mt 19, 16-22

El Evangelio de Mateo nos presenta a “alguien” que se acerca a Jesús con una inquietud: “conseguir la vida eterna”. Inquietud buena, que expresa el deseo de vivir según el proyecto de Dios, de vivir el bien para sí y para las personas con las que se encuentre a lo largo de la vida… esta persona acude a Jesús porque considera que Él le puede ayudar en el objetivo que ha trazado para su vida, objetivo que ya busca e intenta vivir, por eso la respuesta que Jesús le ofrece le queda “pequeña”: “todo eso lo he guardado, ¿qué más me falta?”.

Percibir que ya se encuentra en el camino, que Jesús no le presenta ninguna novedad y comprobar que en su corazón existe una inquietud mayor, probablemente le lanza a buscar qué más le falta. Y aquí, Jesús no se queda corto: le desafía a lo más radical, a renunciar a lo que tiene, a dárselo a los más necesitados y a seguirle.

Hay muchas maneras de vivir la fe y de seguir a Jesús. Todas ellas válidas e igual de importantes. El texto del Evangelio nos presenta hoy una inquietud, una llamada y una respuesta. ¿Sientes en tu interior que ya vives la propuesta evangélica y que en tu interior te continúas sintiendo desafiado, desafiada a “algo más”? Probablemente, a través de esa inquietud el Señor te está proponiendo un salto de esos que llaman en el circo de salto mortal, pero en el que nadie se muere gracias a la entrega y dedicación del trapecista, gracias a la colaboración de todas las personas que están con el trapecista y le ayudan a que sea realidad el “salto mortal”, gracias a la comunidad del circo que arropa y protege, pero que también lanza a proezas no pensadas.

El texto del Evangelio nos presenta una inquietud, una propuesta y una respuesta. Parece que nuestro corazón espera otro final, que ante la experiencia de lo que queda pequeño y la búsqueda de algo más, la respuesta debía ser un sí, un lanzarse a lo nuevo, al “salto mortal”, a dejar todo y darlo a quien necesita y a seguir al Señor con radicalidad… Pero a veces el miedo o la necesidad de seguridades o… nuestra propia fragilidad como personas humanas nos echan atrás… El Evangelio nos dice que “al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido porque tenía muchos bienes”. Los bienes pueden ser materiales, pero también a muchos otros niveles.

Este texto, llamado comúnmente como “el joven rico” es uno de los textos bíblicos que desafía a buscar “algo más” a muchas personas, aunque su historia no acabe con “el final feliz” que nos gustaría. En realidad, es una provocación para no quedarnos en lo que ya hacemos y está bien, sino a responder a la inquietud que nos habita, a lanzarnos al “salto mortal” sea cual sea la propia vocación.

Y si tú, que estás leyendo esta reflexión, eres joven y sientes que quieres “algo más”, te animo a que busques y experimentes…si no lo experimentas, probablemente no sabrás si es o no la respuesta a tu inquietud.  Y sea cual sea tu inquietud, decirte que Él siempre es fiel y camina con nosotros, nunca nos deja solos y mucho menos si nos disponemos a que el “salto mortal” configure nuestras vidas.