Miércoles de la II Semana Ordinaria

1 Sam 17, 32-33. 37. 40-51

Samuel, guiado por Dios, había ido a buscar a su elegido y lo había encontrado en el hijo menor de la familia, en David.  David fue ungido por Samuel y nos dice el libro: «El Espíritu de Dios se apoderó de David desde aquel día».

David había sido llamado a la casa de Saúl para ayudarlo, con su música, en sus depresiones.  Saúl le tomó cariño y lo hizo su escudero.

En otra de las múltiples batallas contra los filisteos surgió Goliat, de estatura prodigiosa, como campeón de su gente.

El centro del relato está en la frase: «Tú vienes hacia mí con espada, lanza y jabalina.  Pero yo voy contra ti en el nombre del Señor».

La escena de la debilidad contra la fuerza, de lo pequeño contra lo grande, es muy dramática.  Muy amada por la tradición cristiana por su sentido pascual.

Lo dice el Señor: «no tengan miedo, yo he vencido al mundo, y el príncipe de las tinieblas no puede nada contra mí» (Jn 16, 11-33).  Esta es una lección.

Mc 3, 1-6

Hoy, en el evangelio, hemos continuado el tema sabático; ayer los discípulos «infringieron» la ley  ejerciendo el oficio de segadores.  Hoy, es Jesús mismo el que lo hace, ejerciendo el de médico.

Aparece de inmediato la actitud de cerrazón de los enemigos del Señor: el milagro que podían ver ya no era para ellos razón de signo, sino motivo de acusación.  Lo sobrenatural del hecho no les importaba, veían sólo la posible contravención de una ley, motivo de acusación.

Los judíos admitían que en sábado se podía salvar una vida en peligro, Jesús afirma que se puede hacer una obra buena.

La reacción indignada de Jesús, nos lo dijo el Evangelio, está también llena de tristeza «por la dureza de sus corazones».

Preferir nuestras cerrazones, nuestras actitudes legalistas al sentido de caridad; preferir la letra sobre el espíritu, sigue causando la indignación de Jesús.

Miércoles de la II Semana Ordinaria

Mc 3, 1-6

¿Qué está permitido en sábado? ¿Hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?

Todo lo complejo que tiene la lectura primera, se convierte en este texto en claridad. La pregunta de Jesús no puede tener otra respuesta que: hacer el bien, salvar la vida humana.

Responde a una reiterada cuestión: ¿lo importante es la fidelidad estricta a una ley, o el hacer de la vida de cada uno instrumento de salvación, de ayuda al otro? El sábado es para la persona, no la persona es para el sábado, dice Jesús en otra ocasión. Y el sábado era una institución magnífica, que supuso un adelanto humanitario respecto a lo que hacían otros pueblos. El derecho al descanso; el deber de dedicar un día a la semana de modo especial a contar con Dios. Pero, por encima de todo, lo realmente humanitario es el compromiso de Dios con el ser humano, con su salvación, con su vida, que queda transferida a cada ser humano. Es la razón de ser del mismo Jesús. Y de la de cada uno de nosotros. No se puede someter a ninguna otra ley.