Mc 3, 1-6
¿Qué está permitido en sábado? ¿Hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?
Todo lo complejo que tiene la lectura primera, se convierte en este texto en claridad. La pregunta de Jesús no puede tener otra respuesta que: hacer el bien, salvar la vida humana.
Responde a una reiterada cuestión: ¿lo importante es la fidelidad estricta a una ley, o el hacer de la vida de cada uno instrumento de salvación, de ayuda al otro? El sábado es para la persona, no la persona es para el sábado, dice Jesús en otra ocasión. Y el sábado era una institución magnífica, que supuso un adelanto humanitario respecto a lo que hacían otros pueblos. El derecho al descanso; el deber de dedicar un día a la semana de modo especial a contar con Dios. Pero, por encima de todo, lo realmente humanitario es el compromiso de Dios con el ser humano, con su salvación, con su vida, que queda transferida a cada ser humano. Es la razón de ser del mismo Jesús. Y de la de cada uno de nosotros. No se puede someter a ninguna otra ley.