Jn 8,31-42
Estamos por terminar nuestra Cuaresma y la palabra de Jesús resuena con fuerza en nuestro corazón: «Yo os he venido a liberar para que no sean más esclavos del pecado». Y es que la obra de nuestra liberación es una obra de Dios, no es algo que nosotros podamos hacer por nuestras propias fuerzas.
¿Somos realmente libres? Es una pregunta que con frecuencia se anida en nuestro corazón y que puede causarnos muchas inquietudes. Sobre todo los jóvenes quieren ser libres y entienden la libertad cómo hacer lo que les dé la gana, sin depender de nadie, sin dar cuenta a nadie, sin aceptar responsabilidades.
Jesús hoy nos habla de otro tipo de libertad, una libertad que no se acaba con lo cerrado de los espacios, una libertad que no asume los condicionamientos de la sociedad, una libertad que está inscrita en el corazón.
Tres condiciones nos sugiere Jesús: Escuchar su Palabra, dejar la esclavitud del pecado y conocer la verdad.
«Mi palabra os hará libres», ha sido una de las afirmaciones de Jesús, ¿por qué lo dirá? Porque su palabra viene a darnos nuestro verdadero lugar en la vida. Somos personas, en la medida que somos capaces de escuchar la Palabra, de relacionarnos con Dios, de dejarlo penetrar en nuestro corazón.
Cuando el hombre se olvida de su relación con Dios, cuándo se cierra a la Palabra, necesariamente buscará nuevos referentes y se convertirá en esclavo de las riquezas, de la ambición, de su propio egoísmo, de su pasión. Encuentra contraproducente su búsqueda de la libertad cuando se aleja de Dios. Por eso, Jesús afirma que quién peca es esclavo del pecado, ha dejado su propia casa y se ha convertido en fugitivo que tiene vacío el corazón, y un corazón vacío es lo peor que se puede encontrar. Buscará llenarse de todo y se irá detrás de minucias que lo esclavizarán.
¿No es verdad que muchas veces nos hemos sentido encadenados a una pasión, a un odio o una venganza?
Quién se aleja de Dios no alcanza la libertad sino que la pierde, porque pierde sus referentes y su razón de ser.
También Jesús nos insiste en la verdad para ser libres. En el engaño, en la mentira, en la corrupción no puede haber libertad porque somos hechos para la verdad, para el amor y para el diálogo. Si no los conseguimos se pierde la razón de ser.
¿Quieres ser libre? Acércate a Jesús, en Él encontrarás la verdadera libertad.