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Gén 11, 1-9
Un cuestionamiento importante al ir leyendo las narraciones del Génesis podría ser: ¿por qué si los hombres tienen todos un mismo origen hay tal diversidad, dispersión y divisiones? ¿Por qué se hablan lenguas tan diversas? El texto que escuchamos no pretende dar una explicación científica sino religiosa.
La lengua es el medio de comunicación que aclara mejor las cosas y las define mejor. En un principio «toda la tierra tenía una sola lengua».
Un proyecto orgulloso y una ambición desmesurada, que reta a Dios, llevó al hombre a decir: «Construyamos una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo…»
Muy curiosamente, en contraste, el texto dice: «El Señor bajó a ver la ciudad y la torre…»
Babel -puerta de Dios- es la forma hebrea de llamar a Babilonia, y el escritor relaciona este término con Baal (confusión).
Para restaurar la unidad habrá que esperar a Pentecostés, donde muchas personas de distinto origen y lengua llegarán a entender el mismo mensaje.
Mc 8, 34-9,1
Una de las cosas que llaman la atención de nuestra generación es que a muchos y en muchas circunstancias nos da pena el mostrarnos como verdaderos cristianos. Y no me refiero a traer alguna cruz colgada al pecho (que muchas veces es más adorno que otra cosa), sino a dejar que Cristo se trasparente en nosotros.
Mucha gente tiene miedo al qué dirán si lleva su Biblia al trabajo, o si sabe que pertenece a alguna organización cristiana, a persignarse antes de iniciar el trabajo o la comida en un restaurante.
Jesús nos previene en este evangelio: «quien se avergüence de mí y del evangelio yo me avergonzaré de Él». Jesús nos necesita para que «el mundo viendo crea y creyendo tenga vida».
Si nosotros no dejamos que Jesús y nuestra vida cristiana, es decir los valores del evangelio, sean notorios para los demás, ¿cómo creerá esta generación que solo busca el confort, el placer, la riqueza, etc.?
Seamos auténticamente cristianos, vivamos, pensemos, hablemos como un verdadero discípulo de Cristo. ¡Siéntete orgulloso de ser y vivir como cristiano!