Mc 6, 7-13
Si a uno de nosotros se nos hubiera
planteado organizar la propagación mundial del Evangelio, tal vez las preguntas
primeras que hubiéramos hecho sería: «¿Con
cuánto dinero cuento?, ¿hay un equipo de expertos en economía, psicología,
organización?» Dinero,
organización, títulos, poder, fuerza, personal…
Uno de los temas más importantes que nos narran los evangelistas es el
envío de los discípulos que los convierte en misioneros y portadores de la
Buena Nueva.
Hoy, san Marcos nos recuerda las normas y las indicaciones que Jesús da a
quienes serán sus enviados. Los enviados
no llevarán consigo más que lo indispensable y contarán con la generosidad de
aquellos que reciban el mensaje. Se les
capacita y se les autoriza para que usen el mismo poder de Jesús.
Nos parecería a nosotros que les pide que no lleven nada, pero es la
reducción de la vida a lo esencial, apoyada en la absoluta confianza en el
Señor, principal condición para estar al servicio de la Palabra.
Quizás estas palabras nos cuestionen a nosotros, no solamente a sacerdotes
y religiosos, sino también a toda persona.
¿Qué necesito realmente para hacer el camino de la vida? De repente los medios de comunicación nos han
llenado de necesidades superfluas que nos causan tristezas el no tenerlas y
olvidamos lo esencial que debería haber en nuestras vidas, en nuestras familias
y en la sociedad.
Hoy al recordar como Jesús envía a sus discípulos, nos debe llevar también
a nosotros a precisar cuáles son nuestras prioridades y que vamos cargando por
el camino.
El final del evangelio que hemos proclamado hoy, nos muestra a los
discípulos predicando el arrepentimiento, arrojando demonios, ungiendo y
curando a los enfermos, la vida en su sencillez, pero también en su
plenitud. Es la tarea del discípulo que
confía en el Señor.
Parecería que los discípulos no llevan nada y sin embargo son capaces de
hacerlo todo: predican el Evangelio, expulsan a los demonios, se compadecen de
los enfermos.
Si queremos dar testimonio de Jesús en nuestros días, tendremos que
regresar a la sencillez, a la generosidad y a esa entrega plena que tenían los
primeros enviados.
¿Cómo vivo yo, y cómo trasmito hoy el mensaje de Jesús en un mundo que
parece que se ha olvidado de Él?