2 Mac 6, 18-31; Lucas 19, 1-10
Al hablar de educación, pronto se presentan los nubarrones que se abaten sobre la juventud y la niñez en este campo. Es fácil encontrar las deficiencias y asumir posturas críticas frente a este grave problema, pero pronto también podemos encontrar aportaciones que pueden llevar esperanza en este difícil campo.
Las lecturas de este día resumen algunas de esas propuestas, diría yo, casi como presupuesto.
La primera lectura tomada del libro de los Macabeos nos presenta a Eleazar, un judío anciano, maestro de la Ley, a quien ofrecían en atención a su edad y su porte, la oportunidad de simular comer carne de cerdo como renegando de su fe. Pero él, lejos de la simulación, se levanta con toda dignidad y afirma: “enviadme al sepulcro, pues no es digno de mi edad el este engaño, si muero ahora como un valiente me mostraré digno de mis años y dejaré a los jóvenes un gran ejemplo para que aprendan a aceptar una muerte noble por amor a nuestra santa y venerable Ley.
La honestidad, el valor para mostrar la verdad y el ejemplo serán importantísimos a la hora de educar. No se puede educar enseñando una cosa y haciendo otra. No se admiten arreglos a la hora del peligro.
El ejemplo de Eleazar será un reto para todos los padres de familia, para todos los sacerdotes y catequistas, para todos los maestros y educadores. Se educa con el ejemplo más que con palabras.
El texto del Evangelio que acabamos de escuchar, también nos recuerda hoy otra aportación que se escuchó frente a quienes miran con pesimismo el campo educativo.
Jesús siempre está dispuesto a buscar, a aventurarse, a arriesgarse aun en los campos más difíciles. ¿Quién pensaría que tendría éxito al hacerse invitar por un pecador reconocido?, y Zaqueo, el publicano, rico y pecador da la gran sorpresa convirtiéndose y manifestando su cambio en lo que parecería más difícil el devolver y compartir sus bienes. Zaqueo no solo escucha la Palabra sino que la deja que actúe en su corazón.
En la educación no podemos dar por perdidos ni espacios ni personas. A todos los lugares tienen que llegar nuestras propuestas. Tenemos a nuestro favor la misma misión de Jesús que no se cierra a nadie sino que afirma: “el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”
No tengamos temor de amar a Dios. Zaqueo nos enseña que nuestro Dios es el Dios de la misericordia que nos invita a dejarlo entrar en nuestra casa. Abrámosle las puertas.