LA ANUNCIACIÓN A MARÍA

Lc 1, 26-38

Nadie sabe ni el día ni la hora, nadie sabe cómo, ni entiende el por qué… pero queremos hoy acercarnos al misterio profundo en una fiesta que llamamos de la “Anunciación a María”, pero que quizás deberíamos llamar la fiesta de “La Encarnación del Señor”. No es que podamos conocer las fechas, pero sí queremos venerar el misterio: este día recordamos que la Palabra tomó carne y se hizo partecita invisible y pequeña en el seno de María.

Este día es el gran día en que Cristo “El cual existía en la forma de Dios, no exigió tener la gloria debida a su divinidad, se anonadó tomando la forma de siervo de Dios y se asemejó a todos los hombres en su condición.

Haciéndose hombre se humilló”, como nos lo cuenta San Pablo en su carta a los Filipenses. Es el inicio de la vida de Jesús escondido en la carne virginal de María. Se hace hombre para participar de toda la vida y actividad de los hombres, de su naturaleza, de sus limitaciones, de su fragilidad.

Hoy debemos dar gracias y alabar a Jesús porque se hace uno de nosotros y debemos también sorprendernos del misterio de la vida incubada en el seno de María. Junto con el inicio de la vida de Jesús, también hoy queremos recordar toda vida escondida en el seno de las mamás.

De aquellas que lo reciben con cariño y con alegría y también de aquellas que lo reciben con temor, con preocupación o con sorpresa. Es día para sorprendernos ante la vida todos los embriones que aún no han llegado a ver la luz y que dependen de la generosidad y del amor de sus padres para un día poder nacer…

Que hoy podamos contemplar el misterio de Jesús encarnado y el misterio de cada niño que inicia su aventura siendo parte mínima en el seno de la madre. Que la miremos con respeto y con admiración, que la defendamos con justicia y verdad. Hoy damos gracias por la Encarnación y por la vida de todos los seres que aún están en el vientre y que esperan el día en que contemplarán la luz.