Lc 14, 12-14
Con este pasaje de la Escritura, Jesús nos invita a poner nuestros ojos en tantos y tantos hermanos nuestros que necesitan sobre todo de nuestra comprensión y de nuestra amistad, de ser reconocidos como personas y no solo como objetos.
Nuestro mundo nos empuja a la superficialidad. Todos los días en los cruceros de las calles nos encontramos con niños, jóvenes e incluso adultos que buscan más que nuestro dinero (que a veces puede ser mal usado) nuestra amistad y comprensión. Hombres y mujeres que para la generalidad de los ciudadanos no son otra cosa que «una molestia».
Para el cristiano ellos son los sujetos de nuestro amor de nuestra compasión. No basta sacar una moneda para con ello tranquilizar nuestras conciencias, es necesario, como nos lo dice hoy el evangelio, hacer lago más.
Pensemos, según nuestros dones y carismas, ¿qué podríamos hacer en concreto con nuestros hermanos necesitados?
Jesús insistió en que no había venido a ser servido sino a servir. Convivió con la gente pobre y humilde. Su espíritu no era buscar “qué puede hacer la gente por mí”, sino qué puedo yo hacer por la gente”