Mt 6, 53-56
El evangelio de hoy expresa en pocas palabras cómo la gente reconoce a Jesús y acuden de forma numerosa. Hay entusiasmo, movimiento, solidaridad. Van atrás de Él porque desean que Jesús les sane. No es una búsqueda individualista: “comenzaron a traer a los enfermos en camillas”, incluso orientan a las personas para que le toquen, aunque solo sea, la orla de su manto.
Considero importante superar la imagen de la enfermedad como ausencia de salud física, aún a sabiendas de que ésta es muy importante. Pero la salud no lo es todo. Podemos conocer personas que tienen una buena salud y viven agobiadas por diversas situaciones. También podemos conocer personas que viven la fragilidad de la salud y, aun así, poseen un fuerte sentido de la vida que transmite serenidad, confianza y sabiduría.
La gente buscaba a Jesús y le reconocían. Llevaban a las personas que no podían ir por sí mismas hasta Él, aconsejaban qué tenían que hacer en presencia de Jesús para “ser curados”, es decir, para rescatar nuevamente el sabor de la vida y continuar el camino menos solo.
El evangelio de hoy nos “toca” con ternura en las circunstancias actuales, en las que, para no contagiarnos y no caer enfermos del COVID19, “no debemos tocarnos”. Experimentamos la ausencia del “toque” y la gran necesidad de “tocarnos”. Deseamos poder abrazarnos nuevamente, en un movimiento duplo del dar y recibir, del caminar juntos, de ayudarnos mutuamente… de cultivar una mística que restaura la armonía de toda la creación en su diversidad.