Mc 11, 27-33
En el evangelio vemos a Jesús enfrentado con los Saduceos que lo cuestionan por haber expulsado a los vendedores del templo.
El diálogo es interesante, ellos le preguntan: ¿Con qué autoridad haces esto? Y vuelven a insistir ¿Quién te ha dado semejante autoridad?, pero Jesús no les responde, sino que los cuestiona acerca del bautismo de Juan, y finalmente no les dice con qué autoridad lo hace, esta conclusión nos deja sorprendidos, nos gustaría saber la respuesta de Jesús.
Pero este cuestionamiento que hacen a Jesús es para perjudicar su imagen frente al pueblo, sabemos que su intención era buscar razones para condenarlo, entonces Jesús no se deja manipular, por eso no les responde directamente, pues Él es el Mesías, su autoridad viene del Padre, no tiene que demostrar su “autoridad”, son sus obras las que comprueban o dan razón de su autoridad.
Buscando razones “legales” o de acuerdo a su pensamiento, los saduceos no se abren a la sabiduría de Dios que les permitiría darse cuenta de a quién tienen delante de ellos, reconocer a Jesús como el Mesías.
Nosotros también podemos correr el riesgo de no reconocer la obra de Dios en nuestra vida y nuestro entorno, cuando nos cerramos a otras posibilidades, cuando no aceptamos que el otro piensa distinto.
Para no caer en los juicios rápidos y desechar todo lo que no se ajusta a lo que creo, es importante acoger la invitación que se nos hace en la primera lectura de buscar la sabiduría, desearla, pedirla constantemente, pegarnos a ella y cultivar nuestra relación con Dios en la oración.
En este tiempo de tanto sufrimiento por la pandemia nos podemos preguntar si reconocemos al Señor cuando todo se ve tan terrible, con tanta gente enferma, los que mueren, los que están sin trabajo, etc.
Creer en Jesús en la adversidad, no es fácil, sin embargo ¿Cuál sería la sabiduría que tendríamos pedir para el hoy de nuestras vidas?