Mt 5, 20-26
Jesús se ha tomado muy en serio lo de que somos hijos de Dios y por lo tanto hermanos unos de otros, y nos pide que nos portemos como tales. Por eso, hoy en primer lugar insiste en lo de nuestra fraternidad, señalándonos algunas de las actitudes contrarias a ella. No ya matar al hermano, sino toda muestra de no amarle, como el estar peleado con él, el llamarle imbécil, renegado… son actitudes que debemos rechazar en nuestra vida de fraternidad.
Nadie como Cristo Jesús, en sus enseñanzas sobre el amor y tirando del hilo de la filiación y de la fraternidad, ha destacado tanto la unión total entre el amor a Dios y el amor al prójimo. Es claro y rotundo. No se puede amar a Dios si no se ama al hermano. No se puede estar a bien con Dios si se está a mal con el hermano. No se puede llevar una ofrenda al altar de Dios y llevarse mal con un hermano. Es la lógica de Cristo, la lógica de la filiación divina y de la fraternidad universal con todo hombre. La lógica que hemos de vivir.