Lunes de la XVIII Semana Ordinaria

Jer 28, 1-17

Dios nos ha hablado de muchos modos, pero en una forma totalmente cumbre, en su propio Hijo, Cristo Jesús, nos había hablado por medio de los profetas.  Hoy nos habla ante todo, por medio de la Santa Escritura, de su Iglesia, nos habla de muchos otros modos, en los acontecimientos, en las personas; pero no siempre es fácil saber si es verdaderamente Palabra de Dios o meramente humana.

Hoy escuchamos un conflicto semejante, dos personas que se dicen mensajeros de Dios, con unos mensajes totalmente diferentes.  Uno anuncia la vuelta de la paz, la restauración, la tranquilidad; el otro, en cambio, todo lo contrario.

Jeremías da una respuesta a Jananías: «Sólo hasta que se cumpla sus palabras se puede reconocer que es un verdadero profeta, enviado por el Señor».

Jesús va a decir más tarde: «por sus obras los conocerán».

Vimos otro «hecho simbólico».  El yugo que trae al cuello Jeremías es roto por Jananías.  Jeremías replicará, en nombre del Señor, «has roto el yugo de madera, pero yo lo sustituiré por uno de hierro».

«El verdadero profeta es fiel a Dios y a los hombres: dice la palabra de amenaza o de consolación, para salvar, para hacer que se vuelva a Dios, no para dar seguridades alienantes; para responsabilizar y no para acallar conciencias».

Mt 14, 13-21

Aunque hemos oído tantas veces la narración de las multiplicaciones del pan y los pescados, la meditación atenta de este signo nos ilumina siempre más y nos impulsa a una acción cada vez más decidida.

Jesús se ha manifestado como luz y vida nuevas.  El ilumina con sus enseñanzas y ejemplos, da salud a los cuerpos y a los espíritus, y ahora se nos manifiesta como alimento, fuerza, vida y elemento unificador.

El alimento restituye las fuerzas gastadas naturalmente y por el trabajo; previene las enfermedades dándonos vigor, pero la comida también es expresión e instrumento de unidad.  Comer juntos del mismo alimento simboliza y realiza una unidad de vida.

Aunque evidentemente el alimento que Jesús reparte no es la Eucaristía, está apuntando hacia ella; los mismos gestos: tomar, pronunciar la bendición, partir y repartir.  Juan añade en su versión que estaba cerca la fiesta de la Pascua, con lo que la enseñanza es más adecuada.

Jesús se nos muestra como alimento que comunica la vida, pero en alguna forma nos está llevando a la consideración de que también nosotros tenemos que ser alimento vivificante y unificador para los demás.  Tratemos de realizar lo que nos enseña.