Viernes de la I Semana de Cuaresma

Ez 18, 21-28

Si algún defecto podríamos encontrarle a Dios ese sería su falta de memoria para nuestros pecados. Dios, como nos lo dice hoy el Profeta, no está buscando el castigarnos o el enviarnos a la muerte eterna, sino todo lo contrario: continuamente, y desde la creación del hombre, ha buscado por todos los modos el que el hombre lo ame, lo escuche, lo obedezca y tenga con ello la felicidad en este mundo y la vida eterna.

La prueba máxima de este proyecto de Dios es el habernos enviado a su propio Hijo para que por Él tuviéramos esta vida profunda y llena de paz. Más aun, conoce nuestra debilidad, y como dice el salmo 103, sabe de qué barro estamos hechos, por ello no nos trata como merecemos. Cuando nosotros vamos al sacramento de la Reconciliación con un profundo arrepentimiento, Dios nos perdona y no se vuelve a acordar de nuestras faltas jamás.

La Cuaresma es un tiempo propicio para reconciliarnos no solo con Dios y con los hermanos, sino incluso con nosotros mismos, es tiempo de perdonar nuestros errores, de aceptarnos como somos y proponernos o reproponernos nuevas metas. Animo… Dios quiere que tengas vida y que la tengas en abundancia.

Mt 5, 20-26

El mensaje de este evangelio es un mensaje de paz y de amor. ¡Cuánta paz alcanza un hombre que no está enemistado con otro! Paz que no es ausencia de guerra sino que es presencia de Dios, presencia de Amor.

La luz de un nuevo día, las flores que despiertan, el murmullo del viento que roza nuestra ventana, nos enseña cuán grande y bello es el creador de todo. Y lo hizo para mí. Y lo hizo para mi hermano. Y lo hizo, también, para aquel con el que estoy enemistado. Y lo habría hecho igual aunque sólo fuera yo el único habitante de este mundo, aunque fuera el otro el único habitante de este mundo. Si Dios, que es Padre, nos da esto, cuanto más nosotros debemos dar lo mejor de nosotros mismos a los demás, aun siendo el otro.

Jesús da un nuevo sentido a la ley rabínica, un nuevo sentido a nuestro modo de pensar; no matarás decía la antigua ley, Cristo dice: no te enojes con tu hermano, perdona. A veces es difícil perdonar, pero tenemos el ejemplo de Cristo que nos perdona todo, si se lo pedimos; que perdona a cualquier pecador si, en su corazón, se arrepiente.

Hoy podemos aprender una nueva cosa: amar. A amar nunca se aprende totalmente. «El amor que no se practica se seca».  Hoy es el día oportuno para volver a regar esa planta del amor. Esa planta que es la rosa más preciosa del Jardín de Dios.