Mt 10,7-15
Instrucciones muy claras y concretas las que les da Jesús a sus discípulos. A ellos que lo han seguido de cerca, ahora les dice explícitamente que tienen que hacer y decir lo mismo que Él ha hecho y lo mismo que Él ha dicho: proclamar la cercanía del Reino de los cielos y manifestar con sus obras que ya se hace presente.
Es curioso que nunca da una definición del Reino de los cielos, pero siempre lo pone en conexión con la restauración de los que están padeciendo.…
Los leprosos que eran expulsados de la comunidad, los enfermos que eran considerados como impuros, los muertos cuyo final se consideraba una desgracia… todos tienen oportunidad de una nueva vida. Restaurar a cada persona que está fracturada, lastimada o despreciada y hacerla sentir como verdadero hijo de Dios.
Las oposiciones al Reino serán siempre las mismas: el demonio que esclaviza y sojuzga a las personas. Hay que expulsar estos demonios. Una característica del discípulo será la alegría de dar, de dar prontamente, de dar gratuitamente.
Siempre habrá duda de quien se presta para hacer de la religión un negocio y del acercamiento al Señor una ganancia material.
La fuerza del Reino está en la gratuidad tanto del don recibido como del don que se ofrece. Todo es regalo y todo es gratuidad. Por eso no es extraño que les pida completa libertad para poder andar el camino: sin estorbos físicos, sin apegos materiales, sin dinero, sin ambiciones de gloria.
No era fácil para aquellos discípulos y ciertamente tampoco es fácil para nosotros. Estamos tan acostumbrados a comprar y vender que quisiéramos también comprar el Reino, pero un reino que se vende, deja de ser el de Jesús.
A cambio de ofrecer y recibir este Reino, Jesús promete la paz. Todo lo contrario para quien lo rechaza: no encontrará paz, pues el dinero y la ambición nunca lograrán proporcionar la verdadera paz.
¿Qué piensas de estas exigencias de Jesús? ¿Cómo podemos hacerlas realidad en nuestros días?