Jn 16, 16-20
¿Podrá alguien alegrarse cuando la persona amada va a alejarse de nuestra vida? Claro que no, siempre la ausencia de las personas que queremos nos produce tristeza y nostalgia. Sin embargo, algunas veces aceptamos esa ausencia o separación cuando esperamos que produzca frutos mayores y el encuentro posterior estará colmado de mayor felicidad.
Muy difícil era para Jesús explicar su separación. Nosotros, a veces, nos imaginamos un poco a Jesús como entre Dios y hombre, como si estuviera jugando con los dos aspectos: primero aparece como Dios y luego como hombre, para luego aparecer nuevamente como Dios. Pero no es así. Jesús asumió la plena humanidad y siente en su corazón la partida que se avecina, no es una aparente despedida.
Jesús ama a sus discípulos a las personas con las que comparte su vida, pero entiende que su despedida tiene la finalidad de enviar al Consolador y que fortalecerá el corazón de sus discípulos.
A nosotros nos pasa igual que a los discípulos, no somos capaces de comprender las ausencias de Jesús de nuestra vida. Lo quisiéramos siempre muy visible y actuante en medio de nosotros. No aceptamos ese “dentro de un poco no me veréis”. Pero ojalá que ese deseo de que Cristo esté presente en medio de nosotros, se manifieste no sólo en desear su protección y sus cuidados, sino más bien en configurar nuestra vida con sus deseos, con sus mandamientos y sus recomendaciones.
Frente a la ausencia que se ya se avecina, Jesús hace una serie de recomendaciones a sus discípulos que harán que su presencia siga en medio de ellos: el amor entre los hermanos, el servicio de unos con otros, el lavarse los pies como Él lo ha hecho, la seguridad de su presencia cuando dos o más se reúnen en su nombre, la Eucaristía como signo de comunión con Él y con los demás, la permanencia en su amor al igual que una vid. En fin, toda una serie de recuerdos, que no son sólo recuerdos sino memoria y presencia viva que lo hacen actuante y operante en medio de nosotros.
No veremos su rostro, pero será fácil descubrir que sigue actuando si hacemos lo que Él nos manda. El problema muchas veces radica en que quisiéramos que siguiera en medio de nosotros no tanto para hacer lo que Él manda, si no para que Él hiciera lo que nosotros pretendemos.
En estos días que nos separamos para su ausencia, miremos si estamos cumpliendo sus últimas recomendaciones y deseos.