Jn 5, 1-3. 5-16
Tomemos el lugar del paralítico a la orilla de la piscina, esperando una y otra vez a que el agua se agite y después luchar contra todos con tal de alcanzar la salud, intentar arrastrarse una y otra vez, pero siempre alguien ha alcanzado el agua antes que nosotros. Y así un día y otro día, una semana y otra semana, hasta tener años de intentarlo y terminar por perder toda esperanza.
Son muchas las reflexiones que podemos hacer sobre este evangelio, pero voy a acentuar dos rasgos que nos pueden inspirar este pasaje.
Mirémonos a nosotros mismos en el camino de nuestra vida y descubramos cómo a fuerza de fracasos hemos perdido el ímpetu para intentar alcanzar la salud para nosotros o para nuestra sociedad. Nos sentimos inválidos, paralizados, sin ánimo para el trabajo solidario, para el esfuerzo, para el verdadero amor.
Tantas veces hemos fracasado por culpa nuestra o por culpa de las circunstancias, que ahora ya hemos perdido la ilusión. Dejamos que las cosas sucedan, sin que nos causen sorpresa. Hemos perdido la esperanza.
Pues a nosotros que estamos desilusionados, hoy se acerca Jesús y pregunta que si queremos curarnos. ¿Qué le respondemos?
¿Estamos dispuestos a arrastrarnos nuevamente para alcanzar las aguas de la salvación? Sólo cuando nos reconocemos impotentes y que no tenemos a nadie, si nos ponemos en sus manos y confiamos en su amor y misericordia, empezaremos a vislumbrar la posibilidad de la salud.
También, hoy, a nosotros, Jesús nos lanza el reto: “levántate, toma tu camilla y anda”. No podemos quedarnos sin ilusiones, tendremos que arriesgarnos a ponernos en pie e iniciar nuestro camino. Tenemos que despertar nuestra fe y nuestra esperanza, tenemos que confiar en su palabra, y al mismo tiempo tener en cuenta a quien se ha quedado atrás, a quien no se levanta, a quien lo dejan tirado.
Junto con Jesús, despertemos a una nueva esperanza.
El hombre de la piscina, al igual que hoy en día muchos hermanos, no tienen quien les tienda una mano, quien los ayude a salir de sus problemas… quien los lleve a conocer a Jesús. ¿Te has puesto a pensar cuánta gente a tu alrededor está esperando que le tiendas la mano?