Fil 3, 3-8
Aunque la mayoría de los cristianos de Filipos eran de origen pagano, no faltaban los de origen judío, y a todos llegaban ecos de las pugnas de los judaizantes. Por esto, Pablo despliega hoy ante sus oyentes todas sus credenciales de prestigio judío. Circuncidado según la ley, cumplidor fiel de la ley, había llevado su religiosidad hasta hacerse perseguidor encarnizado de la comunidad cristiana. «Pero todo lo que era valioso para mí, lo consideré sin valor a causa de Cristo», dice san Pablo.
Por eso también afirma a los cristianos, «el verdadero pueblo de Israel somos nosotros».
Cristo es el verdadero valor, el Hijo eterno del Padre, hecho uno de nosotros, el donador del Espíritu para gloria del Padre.
Pablo nos dice así cómo toda una serie de valores a los que la mayoría de la gente considera como el fin de la vida, y a los que consagra tiempo, interés y esfuerzo, tienen que ceder ante otros valores que son los decisivos, pero exigen interiorización.
Pablo presenta los valores materiales como «sin valor», «basura», en cambio presenta a Cristo como el bien supremo.
¿Cuál es nuestra jerarquía efectiva de valores en la práctica?
Lc 15, 1-10
Lucas en el capítulo 15 nos narra tres parábolas sobre la misericordia; hoy hemos escuchado dos. De nuevo nos aparecen dos tipologías opuestas: por una parte la gente más iluminada, más seguidora de la ley, los más religiosos, y por otra, los que tienen mala fama, los que llevan una vida considerada escandalosa: los escribas y los fariseos y los publicanos y pecadores.
La idea que los «buenos» del tiempo de Jesús tenían de Dios no concordaba con lo que Jesús estaba haciendo. Pensaban en un Dios justiciero y castigador, vengativo.
Jesús está mostrando el verdadero rostro de Dios, rostro de misericordia, de amor.
Todas las parábolas, y más generalmente todas las enseñanzas evangélicas sobre la misericordia de Dios, nos llevan a una doble conclusión muy práctica al mirar nuestros pecados: confiar absolutamente en el perdón amoroso de Dios y buscarlo.
Al mirar las fallas de los demás, tratemos de ser un reflejo de la misericordia siempre salvadora de Dios.