Jn 17, 11-19
Juan, siempre tan sutil. Se le nota su formación helenística. Avanza y retrocede para dejar clara la idea fundamental: saber estar sin ser. Saber estar en el mundo con una postura clara, acorde con la buena noticia recibida y sus exigencias para así no llevar a engaño a nadie, y, a la vez, no ser del mundo siguiéndole su juego y sus componendas sutiles. Son los eternos dilemas para el testigo de la fe, porque siempre está en juego la verdad, la Verdad, en sus múltiples acepciones. “Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad”, ora Jesús. Bien sabía Él sobre cuánta mentira se tejía la vida de sus conciudadanos; en definitiva, de la humanidad.
Qué no podremos decir nosotros que vivimos sobre ese mar proceloso de las fake news. No es verdad, aunque lo parezca, eso tan repetido: Di una mentira mil veces y se convertirá en verdad.
Muchos programas televisivos juegan al “verdad o mentira”. Como si acertar fuera sinónimo de más cultura o más veracidad. Ya decía Cervantes: “La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua”. Lo tan repetido: tú miente, que algo queda, es indicativo de poca o ninguna catadura moral. ¡Vaya si la verdad adelgaza -mejor método imposible-, sino que se lo digan a muchos que por ser veraces están en la cárcel, son perseguidos o no los dejan vivir en paz!
He ahí la postura de los discípulos de Jesús: veracidad ante todo. Pero hay que prepararse a sus consecuencias… Jesús usa muchas expresiones con la palabra “verdad” en su predicación. La más utilizada eclesialmente es “La verdad os hará libres” ¿Será verdad?
Pentecostés está cerca y sus siete dones llevan como denominador común el sentido hondo de la Verdad, de la actitud veraz hasta que se haga en cada uno aptitud veraz, enraizada en el corazón y en la mente. Todo lo demás son componendas, minucias para ir tirando, equilibrios para sobrevivir.