
Joel 1, 13-15; 2, 1-2.
Sobre los campos israelitas se ha cernido una nube de langostas que ha dejado al pueblo sin alimentos y en un grave peligro, pues no hay grano para alimentarse, y los mismos animales, al faltarles el sustento, acabarán muriendo y poniendo en grave riesgo al pueblo.
Por eso se convoca a todo el pueblo para que ore, para que haga oración, para que haga penitencia. Dios, rico en misericordia, librará a los suyos de este ejército que se ha cernido sobre ellos; y, entonces, también el culto estará asegurado. Dios, todo amor con quien lo ama y con quien invoca su Nombre, ha mirado nuestra humillación y se ha compadecido de nosotros enviándonos a su Hijo para que nos libre de la mano de nuestros enemigos y de todos los que nos odian.
No sólo lo hemos de invocar con el corazón arrepentido y con signos externos de penitencia; nuestra mejor forma de honrar a Dios es manifestando, con nuestras obras, que en verdad hemos vuelto a Él y que hemos hecho nuestra su Victoria sobre nuestro enemigo.
Lc 11, 15-26
Este discurso de Jesús se genera a propósito de la Expulsión de un demonio. Con este pasaje nos deja en claro la existencia de los «ángeles malos» o demonios.
Esto lo digo pues hoy es común encontrar personas que niegan su existencia y atribuyen la acción demoniaca a factores únicamente «Psicológicos» o «paranormales». Esta es una de las tácticas favoritas del enemigo del Reino… pasar desapercibido… de incógnito, de manera de tomar a sus víctimas por sorpresa. Es real. Si bien es cierto que difícilmente puede tomar posesión de una persona, se ensaña destruyendo o dañando la vida de quien le da cabida, sea a base de la tentación (medio ordinario de su acción), sea mediante la perturbación (la cual requiere una permisión de parte nuestra).
Los Juegos como la guija, la lectura de las cartas y del café, la consulta de adivinos, etc., lo que hacen es abrir la puerta para que Satanás pueda tener acceso no solo a la tentación, sino a ciertas áreas de nuestra vida (pues debilita la fe y la gracia que son nuestras barreras contra el demonio).
Quien ha tenido trato con estas cosas debe confesarse y pedir al sacerdote que ore por él mientras se hace una profesión de fe y se renuevan las promesas bautismales. Si sabes de alguien que ha estado en contacto con esto, es tu deber como cristiano de advertirlo y ayudarlo para que pueda recobrar la gracia y cerrar su puerta a la acción del demonio. De esta manera estarás como Cristo construyendo el Reino.