San Lucas 1, 26-38.
Muchas veces nos imaginamos que la vida de los grandes santos y grandes santas ha estado exentas de todo sufrimiento y de toda tribulación. Inventamos imágenes inalcanzables de estas personas. Ciertamente estas personas fueron privilegiadas por Dios de una manera especialísima, pero no por eso dejan de ser hombres. Hombres de carne y hueso.El evangelio de hoy nos presenta la Anunciación del mensaje del ángel a María.
No es difícil vivir el Adviento como el tiempo de María, si nos acercamos a ella y a todos los acontecimientos que estuvo viviendo en los días cercanos a dar a luz, encontraremos una buena pista para prepararnos también nosotros a este nacimiento.
Toda nuestra vida es una constante espera, el presente no sacia a nadie y el hombre siempre está proyectando aun cuando haya alcanzado alguna meta.
Todo el Antiguo Testamento es el tiempo de la espera, pero en los últimos días se convierte en la espera de María. ¿Cómo se sostiene una mujer que se sabe frágil e indigna de ser la Madre de Dios?
San Lucas, busca en los recuerdos de la primera comunidad y nos ofrece unas narraciones que más que historia buscan responder a estas preguntas acuciantes para todo creyente.
Resaltar en primer lugar la iniciativa de Dios que viene al encuentro de lo humano y que respeta su libertad. Ya el saludo de Gabriel está cargado de contenido: ¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo! Con esas palabras quiere san Lucas indicarnos que la espera de un pueblo por tantos años sostenida, ha culminado a tal grado, de transformarse de promesa en presencia.
María no está sola, y con María, la humanidad no está sola. El Señor está cerca y es motivo de alegría y felicidad.
¿Qué pensaría María de estas palabras? Seguramente intuía la grandeza de la misión, pero también lo delicado de la propuesta. En ángel nos dice con toda claridad que toda la iniciativa parte de Dios y que el lugar de María está cercano al Hijo llamado Jesús.
El mensaje se centra en la presencia de Jesús que viene a salvarnos, pero al mismo tiempo, pone de relieve la necesidad de creer en la Palabra y aceptarla y actuar conforme a Ella.
Que la exclamación de María “he aquí la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que me has dicho”, sea también nuestra actitud. Acerquémonos a María, preparemos con ella el nacimiento, mejor preparemos el corazón para recibir también nosotros la Palabra.