Lunes de la XXI Semana Ordinaria

2 Tes 1, 1-5. 11-12

Pablo había predicado el Evangelio por primera vez en Europa, en el año 50, en la ciudad de Tesalónica, que era una rica ciudad comercial y la capital de la provincia de Macedonia.  Su estancia en Tesalónica fue muy corta, tal vez, solo unos 2 o 3 meses pues la persecución de los judíos lo hizo salir huyendo.  Las necesidades de una comunidad que él ama mucho lo hace escribirles su primera carta hacia el año 51 desde  Corinto, tal vez poco después escribe la segunda carta, de la que leeremos trozos selectos durante tres días.

Estas dos cartas son los escritos más antiguos que tenemos del Nuevo Testamento.  Entonces existía la tradición evangélica pero todavía no había sido redactada en la forma que hoy la tenemos.

Destaquemos tres ideas para provecho de nuestra comunidad.

Pablo presentó el ideal de comunidad cristiana.  Es una comunidad, es decir Iglesia, reunida no por iniciativa propia sino «en nombre de Dios… y en el de Jesucristo».

La comunidad debe distinguirse por su sentido «eucarístico», es decir, de alabanza agradecida a Dios en todo momento.

La comunidad debe estar en continuo crecimiento hacia el altísimo ideal de su vocación.  «Así glorificarán a nuestro Señor Jesús y El los glorificará a ustedes».

Mt 23, 13-22

Continuamos oyendo hoy las invectivas de Jesús contra los fariseos.  Ayer comentábamos que las palabras de Jesús tienen que ser escuchadas como dadas actualmente, de manera que nos ayuden a revisar nuestras actitudes.

Los «Ay» de Jesús expresan dolor, indignación y una amenaza profética.

Las profecías religiosas de los escribas y fariseos y el conocimiento que ellos tenían de la ley, los debían haberlos llevado a hacer más accesibles para la gente sencilla la vida de Dios manifestada en Cristo.  ¿Se parece nuestra actitud a la de ellos?

Hoy también pueden existir modos de «propaganda» contrarios al espíritu del Señor.  Es claro que la libertad nunca debe ser usada como pretexto para imponer nuestro subjetivismo o para hacer pasar lo particular sobre lo comunitario.

Si nos abrimos humildemente a la luz de la Palabra, el Señor nos hará ver lo que tenemos que conocer.

Hagámoslo con la fuerza de la vida que Él nos comunica en el sacramento.