Martes de la XXI Semana Ordinaria

2 Tes 2, 1-3. 14-17

Los cristianos de Tesalónica estaban muy angustiados debido a que pensaban que la venida definitiva del Señor, era inminente.  San Pablo escribió una primera carta a los tesalonicenses para ayudarlos con este problema, pero no fue suficiente y hubo que escribir una segunda carta.  Pablo es un eco de la Palabra de Jesús: «No saben ni el día ni la hora».  También Pablo dirá: «El día del Señor viene como un ladrón».

Todo nos debe llevar a entender que no estamos en un lugar definitivo, todos vamos hacia el día del Señor en una actitud confiada y amorosa, como quien camina a un ideal, a una meta de perfección.

Conforme nos acercamos al fin de siglo, oímos y oiremos cada día más, amenazas del fin del mundo, pero el terror no es el camino para ir a Cristo.

Lo que siempre debe ser claro es que estamos en un peregrinar hacia el Señor.  Nuestra liturgia nos lo recuerda continuamente: «Venga a nosotros tu Reino», «Ven, Señor Jesús», «Anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas», «Mientras esperamos su venida gloriosa…».  Y hay un tiempo litúrgico, el Adviento, de experiencia vital de este salir al encuentro del Señor.

Mt 23, 23-36

Oímos los «ayes» de Jesús sobre el comportamiento de los escribas y fariseos, «ayes» que podrían corresponder a actitudes nuestras actuales: hipocresía, formalismo, exterioridad.

La ley habla de la menta, del anís y del comino, ¿nos imaginamos cómo sería el diezmo de estas especies?  Pero Jesús no es un destructor del culto ni de sus observancias.  Lo que lo indigna es que la observancia de las cosas pequeñas sirva de pretexto o fachada para dañar las cosas más importantes; Él nos recuerda acerca de «la justicia, la misericordia y la fidelidad».

La caída de un mosquito en la comida, la podía hacer «impura»; Jesús hace el contraste entre la pequeñez de un mosquito y la mole de un camello.

Había igualmente prescripciones para la purificación de todo lo que se usara en la purificación de las cosas que se utilizaran en la comida.  Por eso Jesús parte de la comparación en que contrasta la limpieza del exterior y del interior de vasos y platos, para reforzar su enseñanza referente a lo exterior e interior de nosotros.  Apliquemos esta enseñanza a nuestra vida toda.